miércoles, 8 de abril de 2020

STEAUA DE BUCAREST. CAMPEÓN COPA DE EUROPA 1986.




Hubo un tiempo, en realidad no tan lejano, en que las Copas de Europa eran competiciones abiertas, en las que todos los equipos partían de la misma línea de salida. Un tiempo en que cada país, cada club, tenía señas de identidad y personalidad propia, que lo hacía diferente al resto. En aquellos años, en que Internet era una quimera, las revistas de fútbol un lujo, en España únicamente había dos cadenas de televisión y únicamente conocíamos a jugadores internacionales cuando se enfrentaban a un equipo español. Por eso, prácticamente toda la afición española pensó que el Fútbol Club Barcelona de Schuster, Archibald, Julio Alberto, que venía de eliminar a la poderosa Juventus en cuartos y al Göteborg en semifinales, se pasearía ante el desconocido equipo rumano en la final de Sevilla. Un tiempo, en definitiva, en que el Steaua de Bucarest, fue capaz de ganar una Copa de Europa.


Steaua era un equipo bien armado, que jugaba sin complejos y desplegaba un eficiente juego de conjunto, imprimiendo velocidad y rimo al juego. Un conjunto fuerte mentalmente (remontó dos eliminatorias, ganó un partido complicado en Finlandia y superó la agónica tanda de la final), con un meta sobrio, una defensa segura, un medio del campo trabajador y con tremenda pegada (todos los medio campistas marcaron a lo largo de la competición) y una delantera muy conjuntada. El título continental no fue flor de un día, pues este equipo fue capaz de permanecer invicto 104 partidos (estadística UEFA) en su liga, entre 1986 y 1989, récord absoluto en Europa.


El equipo rumano comenzó la andadura enfrentándose y eliminando al campeón danés, el Vejle con cierta facilidad. En octavos de final se vio las caras con otro clásico de las Copas de Europa, el Honved húngaro. Tras caer en Budapest en la ida (1 – 0 ) goleó al campeón de Hungría en el partido de vuelta disputado en Bucarest. En la siguiente ronda, cuartos de final, los rumanos se toparon con un escollo difícil de superar, el Kuusysi Lathi de Finlandia, que mantuvo su puerta a cero hasta el minuto '86 de la vuelta disputada en tierras finlandesas. Victor Piturca obró el milagro cuando acechaba la prórroga. Eran otros tiempos y ganar fuera de casa en Copa de Europa era muy difícil.


En semifinales volvía a tocar épica y remontada. El RSC Anderlecht de Vercauteren, Vanderbegh y Scifo, autor del único gol del encuentro disputado en Bruselas. Transcurridos 23 minutos del partido de vuelta, Piturca y Balint ya habían puesto el 2 – 0 en el marcador y comenzaban a prepara el equipaje para viajar a Sevilla. En el minuto 71, el mismo Piturca puso el 3 – 0 definitivo.



La final disputada en el Sánchez Pizjuan forma parte de la leyenda negra del FC Barcelona, pero en realidad, esto no debería ser así. En la previa se las prometían muy felices, pero a lo largo de los 120 minutos de juego, en ningún momento dieron la sensación de poder doblegar al campeón rumano. El 0 – 0 dio paso a una de las tandas de penaltis con menos goles de la historia (0 -0) para proclamar justo campeón de Europa al Steaua de Bucarest.


Helmuth Duckadam. El cancerbero rumano jugó en Sevilla el partido de su vida. La noche del 7 de Mayo de 1986 Helmuth Duckadam se convirtió en héroe del Steaua y de todo el deporte rumano, después de una espectacular tanda, en la que paró cuatro penaltis. Sus víctimas Alexanco, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos. Su actuación no fue casualidad, sino fruto del trabajo y el esfuerzo. Duckadam pasaba horas entrenando para convertirse en un buen parapenaltis. Nunca he visto un portero tan superior en una tanda final. Aquellos diez minutos lo elevaron a la categoría de mito.


Stefan Iovan. La banda derecha del Steaua era la zona del campo en que se desenvolvía Iovan, indiscutible en el once titular durante una década (285 partidos). Fue además 34 veces internacional con Rumanía. En la final de 1986 lució el brazalete de capitán por la ausencia de Stoica. Las últimas temporadas en el Steaua se reconvirtió en central por la irrupción de un joven y prometedor Dan Petrescu. En esa posición jugó la final de Copa de Europa de 1989 contra el AC Milan, casualidades de la vida, en Barcelona. De esta manera se cerraba el círculo.


Ilie Barbulescu. Con 28 años, el lateral izquierdo Ilie Barbulescu era uno de los futbolistas más veteranos de la zaga. Este defensor que tenía una buena pegada, disputó todos los partidos de la competición y consiguió marcar un gol. Debutó en el Arges Pitesti en el año 1974 y prolongó su carrera deportiva hasta 1988. Murió en febrero de 2020.


Miodrag Belodedici. Uno de los jugadores más técnicos y elegantes de aquel equipo, considerado entre los mejores líberos de Europa. Tras la conquista del título continental vivió una auténtica epopeya: fichaje por el Estrella Roja de Belgrado, petición de asilo político en Yugoslavia, acusación de traición por parte del gobierno de Ceaucescu, estallido de la guerra en los Balcanes y llegada al Valencia (uno de los integrantes del equipo que recaló en la Liga Española). Con el Estrella Roja volvió a ser campeón de Europa y tras la caída del régimen del Conducator, volvió a jugar con su selección, brillando en el mundial de USA'94.


Adrián Bumbescu. Excente marcador central, rápido en el corte y pilar fundamental del equipo durante más de un lustro. Fue uno de los supervivientes que llegó a disputar la segunda final de Copa de Europa del equipo, aquella en la que cayeron frente al AC Milan. Aunque fue internacional, nunca consiguió asentarse en la selecció rumana.



Tudorel Stoica. Capitán, motor, recuperador y eje del Steaua en medio del campo, una institución, el jugador con más partidos en la historia del club (368). Un futbolista muy regular, nunca fallaba en su cometido. Se perdió la final por acumulación de amonestaciones, pero es tan campeón como el que más. En el resto de encuentros fue titular indiscutible por delante de la zaga.


Lucian Balan era el primer recambio para el medio del campo, y cumplió su rol a la perfección en la final, cuando tuvo que difícil misión de suplir al capitán Stoica.


Laszlo Bölöni. Hasta la irrupción de Gica Hagi, Bölöni era el mejor jugador rumano de su tiempo. Un centrocampista que abarcaba casi todo el campo, con toque de balón y olfato goleador. Jugó 102 partidos con su selección, y en 1983 marcaba un gol a Italia, que clasificaba a su equipo para la Euro'84. Precisamente en aquell Eurocopa se enfrentó a España y marcó el gol del definitivo 1 – 1.


Mihail Majearu era el volante derecho del Steaua. Uno de esos jugadores que hace equipo, y que además tenía cierta facilidad para el gol.


Gavril Balint. Jugador de vocación ofensiva, rápido y desequilibrante, disponía de un auténtico cañón en la pierna izquierda. Se desenvolvía bien allí donde lo pusiese el entrenador. Excelente llegador, olfato de gol y buen cabeceador, con espacio, un jugador decisivo. Jugó 34 partidos con Rumanía, selección con la que disputo el mundial de Italia '90. Un futbolista muy completo, que tras abandonar Bucarest se asentó en Burgos, para convertirse en referente del mejor Real Burgos de la historia.


Víctor Piturca. El hombre gol del Steaua perforó cinco veces las porterías contrarias. Un ariete corpulento, y rápido, lo que hacía de él un delantero difícil de frenar. Se entendía a las mil maravillas con su compañero de ataque.


Marius Lacatus. Estamos ante uno de los mejores delanteros rumanos de todos los tiempos, y aunque tuvo una carrera larga y fructífera, regaló sus mejores años al Steaua, convirtiéndose en un ídolo para la afición, que lo apodaba Fiara (la Bestia) por su carácter ganador dentro del campo. Tras ganarlo todo con el Steaua, probó suerte en Italia (Fiorentina) y en España (Oviedo) y siempre dejó muestras de su calidad. Internacional rumano en 84 ocasiones (13 goles), participó en los mundiales del '90 y del '94. Su estancia en Oviedo, coincidió con uno de los momentos más brillantes de la historia del club asturiano.


Marin Radu era prácticamente el único recambio para la delantera. Participó prácticamente en todos los partidos, aunque la mayoría de las ocasiones saliendo desde el banquillo.



Anghel Iordanescu era además de jugador, segundo entrenador del equipo. Disputó la segunda parte y la prórroga en la final frente al Barça.


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