Los años noventa trajeron
consigo una serie de trascendentales cambios a la geopolítica
europea: la caída del Muro de Berlín, el colapso de la Unión
Soviética, la desintegración de Yugoslavia y la Revolución de
Terciopelo. Esta última significó la ruptura, más o menos
pacífica, de Checoslovaquia en dos nuevos estados: Eslovaquia (con
capital en Bratislava) y República Checa (que conservaba Praga como
capital). El primer mundial que uno vive intensamente siempre es
especial, el mío fue el celebrado en Italia en 1990, el año en que
pasé de 7º a 8º de EGB. Ese verano, todas los cambios que
alumbrarían un nuevo mapa de Europa, parecían muy lejanos y el equipo
checoslovaco se presentó en Italia después de una dura fase de
clasificación en la que dejó fuera, entre otras, a la siempre
interesante selección portuguesa, cuya estrella en aquellos momentos
era Paolo Futre.
El equipo centroeuropeo quedó
encuadrado en el grupo A junto al anfitrión, Estados Unidos y
Austria. Debutó apabullando al equipo yankee (1 – 5), para luego
vencer al rocoso equipo austríaco (1 – 0) y caer justamente ante
Italia, encajando uno de los goles más bellos del mundial, obra de
un joven Roberto Baggio. En octavos de final goleo a uno de los
equipo revelación, la Costa Rica de Conejo y Medford con un
contundente 4 – 1 (con hat trick de Thomas Skuhravy incluido). En
aquellos momentos Checoslovaquia era uno de los equipos que mejor
juego estaba desplegando y su delantero centro Skuhravy era el máximo
goleador de la competición. El seleccionador Jozef Venglos montó un
equipo cuyo eje eran futbolsitas del Sparta de Praga (seis en total)
que venía de conquistar cuatro ligas consecutivas. La Checoslovaquia
de Venglos era un equipo compacto y equilibrado con un once bien
definido (ocho jugadores disputaron todos los partidos).
En los cuartos de final, a un
paso de acariciar la gloria, los checoslovacos doblaron la rodilla
ante el futuro campeón, la República Federal de Alemania, que
únicamente consiguió mover el marcador desde los once metros
(Lothar Matthaus). La selección checoslovaca, en su última gran
cita internacional, dejó muy buen sabor de boca. Un equipo que se
despedía para siempre de una Copa del Mundo en la que escribió
páginas brillantes como los dos subcampeonatos alcanzados,
precisamente en Italia en el año 1934 y en Chile 1962. Éxitos a los
que hay que sumar el título de Europa conquistado en 1976 con el
famoso penalty de Antonín Panenka. Después de este mundial
Checoslovaquia no consiguió clasificarse para la Euro'92, pero en
1996 un par de jugadores que acudieron a Italia, llevaron a la recién
nacida selección de la República Checa a la final de la Euro'96.
Pero esa historia la dejamos para otro día.
Entre los recuerdos de aquel
mundial, ocupa un lugar memorable y nostálgico, por su belleza y
diseño, la maravillosa camiseta que lucieron los futbolistas
checoslovacos en los terrenos de juego italianos.
Jan Stejskal. El sobrio meta del
Sparta de Praga, alto y con buenos reflejos, fue indiscutible en
todos los partidos del mundial, disputando todos los minutos,
convertido por méritos propios en uno de los mejores de la cita.
Frantisek Straka era un comodín
para la defensa, pudiendo desempeñarse como Lateral Derecho, Central
o incluso Líbero (demarcación extinta en la actualidad). Un
defensor fuerte y contundente, pero no exento de técnica. Disputó
tres partidos durante la competición.
Michal Bilek. Uno de los
baluartes de aquel equipo checoslovaco. Un zurdo potente capaz de
adaptarse al lateral izquierdo o al medio de campo. Especialista al
balón parado, disputó los cinco encuentros y anotó dos goles
(ambos desde los once metros). Jugador checoslovaco del año en 1989
, recaló en el Betis después del mundial, dejando buenas
sensaciones y un buen puñado de goles. Otro producto de la
inagotable cantera del Sparta de Praga.
Miroslav Kadlec. Estamos ante
uno de los mejores centrales del fútbol europeo de los años ´90.
Un auténtico superviviente que vivió en sus carnes los comienzos
del fútbol moderno. Además de jugar el mundial del '90 (disputó
todos los partidos) con la zamarra checoslocava, fue subcampeón de
la Euro 96 siendo capitán de la República Checa. Con el
Kaiserlautern vivió el éxito (campeón de la bundesliga) y el
fracaso (descenso).
Jan Kocian disputó cuatro
encuentros en el mundial jugando como defensa central. Gran parte de
su carrera se desarrolló en el Dukla Banska Bystrica, pero disputó
la Copa del Mundo siendo jugador del St. Pauli. Ese mismo año fue
elegido jugador checoslovaco del año.
Ivan Hasek, capitán del equipo
solía jugar de carrilero derecho y fue internacional en 55
ocasiones. En Italia'90 volvió a ser uno de los puntales en el juego
checoslovaco. Conducía el balón con criterio y no tenía problemas
en adaptarse a posiciones más retrasadas. Fue dos veces consecutivas
jugador checoslocavo del año (1987 y 1988) cuando jugaba para el
Sparta.
Lubos Kubik. El jugador zurdo de
la Fiorentina era una de las grandes estrellas de aquella selección
checoslovaca. Disputó cuatro partidos en el mundial y alargó su
carrera hasta conseguir disputar la Euro'96 con la República Checa.
Jozef Chovanec. Futbolista de
equipo, con buen físico y saber hacer. Capaz de desempeñar
funciones de medio centro o de hombre libre. Precisamente el PSV
Eindoven lo fichó para sustituir a Ronald Koeman. Chovanec fue otro
de los fijos, disputó cinco partidos en esta Copa del Mundo, del
total de 52 que jugó con la selección de Checoslovaquia.
Lubomir Moravcik es uno de los
mejores jugadores eslovacos de la historia, nacido en la ciudad de
Nitra, una de las ciudades más antiguas del país y cuna de la
cultura eslovaca. Moravcik era un futbolista de gran calidad técnica,
especialmente de tres cuartos de campo hacia arriba. Disputó cinco
encuentros en este mundial pero fue expulsado en el partido de
cuartos de final frente a la República Federal de Alemania. Vistió
42 veces la camiseta de Checoslovaquia y tras la Revolución de
Terciopelo se convirtió en el jugador franquicia de la nueva
selección de Eslovaquia, cuya camiseta defendió en 38 ocasiones.
Sus últimas pinceladas de juego las dio en el Celtic de Glasgow
antes de despedirse del futbol en su Nitra natal.
Vaclav Nemecek. El joven Vaclav
Nemecek, que también pertenecía al Sparta de Praga, se convirtió
en una de las sensaciones del equipo checoslovaco, actuadon como
recambio de lujo para el poderoso centro del campo. Sus cualidades
físicas le permitían tener presencia tanto en defensa como en
ataque. En aquel campeonato disputó tres partidos, dos de ellos de
titular. Tras la división del país se convirtió en uno de los
jugadores más importante en la selección de la República Checa y
formó parte del equipo subcampeón de Europa en 1996.
Ivo Knoflicek fue delantero
titular los cinco partidos. Rápido, vertical y ágil formó un
tandem perfecto con el gigantón Thomas Skuhravy. Knoflicek, cuya
carrera transcurrió mayoritariamente en el Slavia de Praga, fue 38
veces internacional con Checoslovaquia.
Thomas Skuhravy. Estamos,
probablemente, ante el mejor centro delantero de aquella Copa del
Mundo. Disputó cinco partidos y consiguió cinco goles (únicamente
Toto Schillacci marcó más que él). Skuhravy era el típico ariete
en el que todos pensamos cuando imaginamos a un delantero centro,
corpulento, bregador, potente y con instinto goleador. Ese verano no
abandonó italia y se asentó en Génova, convirtiéndose en uno de
los mitos del Genoa.
A estos doce jugadores, que
formaron la base del equipo se les unieron el delantero Stanislav
Griga, que disputó dos encuentros saliendo desde el banquillo, el
sportinguista Luhovy que disputó pocos minutos pero tuvo tiempo de
anotar un gol, Vladimir Kinier que jugó el partido frente a Italia,
el medio Vladimir Weiss que disputó tres encuentros (uno de ellos
titular) y Julius Bielik que ingresó en dos ocasiones al terreno de
juego.