martes, 31 de marzo de 2020

1990 LA ÚLTIMA APARICIÓN DE CHECOSLOVAQUIA.




Los años noventa trajeron consigo una serie de trascendentales cambios a la geopolítica europea: la caída del Muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética, la desintegración de Yugoslavia y la Revolución de Terciopelo. Esta última significó la ruptura, más o menos pacífica, de Checoslovaquia en dos nuevos estados: Eslovaquia (con capital en Bratislava) y República Checa (que conservaba Praga como capital). El primer mundial que uno vive intensamente siempre es especial, el mío fue el celebrado en Italia en 1990, el año en que pasé de 7º a 8º de EGB. Ese verano, todas los cambios que alumbrarían un nuevo mapa de Europa, parecían muy lejanos y el equipo checoslovaco se presentó en Italia después de una dura fase de clasificación en la que dejó fuera, entre otras, a la siempre interesante selección portuguesa, cuya estrella en aquellos momentos era Paolo Futre.


El equipo centroeuropeo quedó encuadrado en el grupo A junto al anfitrión, Estados Unidos y Austria. Debutó apabullando al equipo yankee (1 – 5), para luego vencer al rocoso equipo austríaco (1 – 0) y caer justamente ante Italia, encajando uno de los goles más bellos del mundial, obra de un joven Roberto Baggio. En octavos de final goleo a uno de los equipo revelación, la Costa Rica de Conejo y Medford con un contundente 4 – 1 (con hat trick de Thomas Skuhravy incluido). En aquellos momentos Checoslovaquia era uno de los equipos que mejor juego estaba desplegando y su delantero centro Skuhravy era el máximo goleador de la competición. El seleccionador Jozef Venglos montó un equipo cuyo eje eran futbolsitas del Sparta de Praga (seis en total) que venía de conquistar cuatro ligas consecutivas. La Checoslovaquia de Venglos era un equipo compacto y equilibrado con un once bien definido (ocho jugadores disputaron todos los partidos).


En los cuartos de final, a un paso de acariciar la gloria, los checoslovacos doblaron la rodilla ante el futuro campeón, la República Federal de Alemania, que únicamente consiguió mover el marcador desde los once metros (Lothar Matthaus). La selección checoslovaca, en su última gran cita internacional, dejó muy buen sabor de boca. Un equipo que se despedía para siempre de una Copa del Mundo en la que escribió páginas brillantes como los dos subcampeonatos alcanzados, precisamente en Italia en el año 1934 y en Chile 1962. Éxitos a los que hay que sumar el título de Europa conquistado en 1976 con el famoso penalty de Antonín Panenka. Después de este mundial Checoslovaquia no consiguió clasificarse para la Euro'92, pero en 1996 un par de jugadores que acudieron a Italia, llevaron a la recién nacida selección de la República Checa a la final de la Euro'96. Pero esa historia la dejamos para otro día.




Entre los recuerdos de aquel mundial, ocupa un lugar memorable y nostálgico, por su belleza y diseño, la maravillosa camiseta que lucieron los futbolistas checoslovacos en los terrenos de juego italianos.


Jan Stejskal. El sobrio meta del Sparta de Praga, alto y con buenos reflejos, fue indiscutible en todos los partidos del mundial, disputando todos los minutos, convertido por méritos propios en uno de los mejores de la cita.


Frantisek Straka era un comodín para la defensa, pudiendo desempeñarse como Lateral Derecho, Central o incluso Líbero (demarcación extinta en la actualidad). Un defensor fuerte y contundente, pero no exento de técnica. Disputó tres partidos durante la competición.


Michal Bilek. Uno de los baluartes de aquel equipo checoslovaco. Un zurdo potente capaz de adaptarse al lateral izquierdo o al medio de campo. Especialista al balón parado, disputó los cinco encuentros y anotó dos goles (ambos desde los once metros). Jugador checoslovaco del año en 1989 , recaló en el Betis después del mundial, dejando buenas sensaciones y un buen puñado de goles. Otro producto de la inagotable cantera del Sparta de Praga.


Miroslav Kadlec. Estamos ante uno de los mejores centrales del fútbol europeo de los años ´90. Un auténtico superviviente que vivió en sus carnes los comienzos del fútbol moderno. Además de jugar el mundial del '90 (disputó todos los partidos) con la zamarra checoslocava, fue subcampeón de la Euro 96 siendo capitán de la República Checa. Con el Kaiserlautern vivió el éxito (campeón de la bundesliga) y el fracaso (descenso).


Jan Kocian disputó cuatro encuentros en el mundial jugando como defensa central. Gran parte de su carrera se desarrolló en el Dukla Banska Bystrica, pero disputó la Copa del Mundo siendo jugador del St. Pauli. Ese mismo año fue elegido jugador checoslovaco del año.


Ivan Hasek, capitán del equipo solía jugar de carrilero derecho y fue internacional en 55 ocasiones. En Italia'90 volvió a ser uno de los puntales en el juego checoslovaco. Conducía el balón con criterio y no tenía problemas en adaptarse a posiciones más retrasadas. Fue dos veces consecutivas jugador checoslocavo del año (1987 y 1988) cuando jugaba para el Sparta.


Lubos Kubik. El jugador zurdo de la Fiorentina era una de las grandes estrellas de aquella selección checoslovaca. Disputó cuatro partidos en el mundial y alargó su carrera hasta conseguir disputar la Euro'96 con la República Checa.


Jozef Chovanec. Futbolista de equipo, con buen físico y saber hacer. Capaz de desempeñar funciones de medio centro o de hombre libre. Precisamente el PSV Eindoven lo fichó para sustituir a Ronald Koeman. Chovanec fue otro de los fijos, disputó cinco partidos en esta Copa del Mundo, del total de 52 que jugó con la selección de Checoslovaquia.


Lubomir Moravcik es uno de los mejores jugadores eslovacos de la historia, nacido en la ciudad de Nitra, una de las ciudades más antiguas del país y cuna de la cultura eslovaca. Moravcik era un futbolista de gran calidad técnica, especialmente de tres cuartos de campo hacia arriba. Disputó cinco encuentros en este mundial pero fue expulsado en el partido de cuartos de final frente a la República Federal de Alemania. Vistió 42 veces la camiseta de Checoslovaquia y tras la Revolución de Terciopelo se convirtió en el jugador franquicia de la nueva selección de Eslovaquia, cuya camiseta defendió en 38 ocasiones. Sus últimas pinceladas de juego las dio en el Celtic de Glasgow antes de despedirse del futbol en su Nitra natal.


Vaclav Nemecek. El joven Vaclav Nemecek, que también pertenecía al Sparta de Praga, se convirtió en una de las sensaciones del equipo checoslovaco, actuadon como recambio de lujo para el poderoso centro del campo. Sus cualidades físicas le permitían tener presencia tanto en defensa como en ataque. En aquel campeonato disputó tres partidos, dos de ellos de titular. Tras la división del país se convirtió en uno de los jugadores más importante en la selección de la República Checa y formó parte del equipo subcampeón de Europa en 1996.


Ivo Knoflicek fue delantero titular los cinco partidos. Rápido, vertical y ágil formó un tandem perfecto con el gigantón Thomas Skuhravy. Knoflicek, cuya carrera transcurrió mayoritariamente en el Slavia de Praga, fue 38 veces internacional con Checoslovaquia.


Thomas Skuhravy. Estamos, probablemente, ante el mejor centro delantero de aquella Copa del Mundo. Disputó cinco partidos y consiguió cinco goles (únicamente Toto Schillacci marcó más que él). Skuhravy era el típico ariete en el que todos pensamos cuando imaginamos a un delantero centro, corpulento, bregador, potente y con instinto goleador. Ese verano no abandonó italia y se asentó en Génova, convirtiéndose en uno de los mitos del Genoa.






A estos doce jugadores, que formaron la base del equipo se les unieron el delantero Stanislav Griga, que disputó dos encuentros saliendo desde el banquillo, el sportinguista Luhovy que disputó pocos minutos pero tuvo tiempo de anotar un gol, Vladimir Kinier que jugó el partido frente a Italia, el medio Vladimir Weiss que disputó tres encuentros (uno de ellos titular) y Julius Bielik que ingresó en dos ocasiones al terreno de juego.



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