Verano de 1990, el afable Bobby Robson junta a un buen puñado de buenos jugadores para disputar el mundial de Italia. Un campeonato que se presentaba muy duro (por el calor y el estilo de juego de muchos combinados), competitivo y abierto, ningún plantel, salvo quizás la anfitriona, tenía colgado el cartel de claro favorito.
Inglaterra se presentó en Italia con más dudas que certezas y acabó convenciendo a propios y extraños por su juego y ambición, algo que en los últimos campeonatos internacionales no ha vuelto de mostrar. El ya veterano Bobby Robson utilizó su clásico 5 – 3 – 2 con tres zagueros contundentes, dos carrileros muy bregadores, un medio del campo lleno de fantasía y una delantera experimentada. Superaron con más apuros de los esperados el grupo de la muerte (Holanda, Eire y Egipto), eliminaron en el último minuto de la prórroga a Bélgica, ofrecieron un duelo lleno de dramatismo contra Camerún en los cuartos de final y continuaron su camino.
En semifinales se encontraron con el rival más complicado de todos, la R.F.A de Lothar Matthaus y compañía. Un partido jugado de poder a poder, un auténtico duelo de titanes, que se resolvió desde los once metros. Con uno a uno en el marcado Chris Waddle estrelló un balón en la madera, un instante que pudo haberlo cambiado todo. Inglaterra abandonaba el mundial invicta y únicamente Italia, en la final de consolación, fue capaz de doblegar a este interesante equipo que el tiempo, ese infalible juez, ha situado en el lugar que le corresponde.
La portería estaba defendida por Peter Shilton, un veterano de cuarenta años, fraguado en mil batallas. Esta fue su despedida del fútbol y desde aquel día la portería de la selección inglesa continuá un tanto huérfana.
El lateral derecho era para el pequeño Paul Parker, un dinámico futbolista que militaba en el Queens Park Rangers y acabaría adueñándose de la banda derecha de Old Trafford en la primera época de Alex Ferguson en el banquillo.
Stuart “Psycho” Pearce, un icono del Nottingham Forest e incansable durante los noventa minutos era el carrilero por la banda izquierda. Poseedor de una dura pegada tuvo la desgracia de fallar en la tanda de penaltis.
Des Walker se reveló en Italia como un excelente zaguero central y al final del mundial sonó para reforzar la maltrecha defensa del Real Madrid. Tras un paso fugaz por la Sampdoria regresó a Inglaterra y a su queridisimo Nottingham Forest. Nunca logró alcanzar el nivel que mostró en Italia.
Mark Wright, el capo, el jefe de la zaga y una prolongación del mister en el campo. Un defensa de raza, de esos que añoramos los románticos del balón, un certero cabezazo suyo metió a Inglaterra en la segunda fase. Fue su único gol con la selección.
Bryan Robson, el gran capitán, y uno de los referentes tanto en la selección como en el Manchester United, tan sólo pudo jugar dos partidos, una inoportuna lesión frente a Holanda lo dejó sin mundial. Brian Robson está considerado uno de los mejores futbolistas ingleses de la década de los '80.
Terry Butcher, otro de los veteranos del equipo, que cuatro años antes había sufrido en sus carnes el espectacular gol de Diego Maradona. Defensor aguerrido de los que no se arrugan ante nada, ni ante nadie, portó con orgullo el brazalete de capitán tras la lesión de Robson.
John Barnes, la gran estrella del Liverpool, llegaba a Italia como uno de los referentes de la selección inglesa, aunque ese papel, finalmente, fue interpretado por otros jugadores. No obstante, el bueno de John Barnes, fue una pieza importante en el engranaje diseñado por Robson, hasta que se lesionó en los cuartos de final jugando contra Camerún.
Chris Waddle, la joya de la corona, el encargado de repartir magia e imprimir imaginación al juego. Waddle, un maestro del balón, representa la esencia del buen fútbol, el toque, el control, la velocidad, el cambio de ritmo, la visión de juego y el gol. Un futbolista irrepetible, Inglaterra no ha vuelto a tener otro como él, y eso se nota.
Paul Gascoigne, una de las grandes sensaciones del mundial, un jugador con una enorme capacidad para hacer fácil lo difícil y factible aquello que parece imposible. Tan díscolo como buen jugador, su compañero en el Tottenham, Gary Lineker, no le quitaba el ojo de encima, para evitar que se metiese en líos. Paul Gascoigne, Gazza para los amigos, la más fulgurante aparición del fútbol inglés de principios de los '90, representa todas las virtudes y todos los vicios de este deporte: el regate, el carisma y el gol, pero también los excesos, la provocación, el alcohol y un desesperante sentido del humor.
El trabajo sucio en el medio del campo y el complemento para todos estos buenos peloteros, fue Steve McMahon. Fue perdiendo peso en el equipo a medida que fue avanzando el campeonato.
Un joven, y casi desconocido, David Platt, interpretó el papel de héroe, especialmente en el partido frente a Bélgica, sacándose una bolea imposible en el minuto 119 con empate en el marcador. David Platt tuvo el papel de jugador decisivo y desequilibrante, que todo el mundo espera de John Barnes. Mucho le gustó Italia a Platt, que después del mundial decidió probar suerte en el calcio, y mal del todo no le fue.
Peter Beardsley aportó su veteranía y saber estar en la línea delantera británica. Un auténtico trotamundos del fútbol inglés, jugó entre otros en el Manchester United, Newcastle, Liverpool, Everton, Fulham y Manchester City.
Gary Lineker, el killer, el goleador dispuesto a amargar a cualquier defensa, soñaba con repetir la hazaña de México '86 cuando se consagró como máximo artillero del campeonato. Lineker logró triunfar en el F.C. Barcelona, pero chocó con Johan Cruyff y decidió volver a Inglaterra a seguir haciendo lo que mejor sabia hacer: marcar goles.
A Steve Bull le tocó el papel de delantero suplente y revulsivo. Utilizado en las segundas partes para oxigenar el ataque inglés.
Los defensas Gary Stevens y Tony Dorigo y los medios Neil Webb y Trevor Steven también tuvieron su oportunidad y jugaron algunos minutos. Los porteros suplentes, Chris Woods y Dave Beasant y el jugador de campo Steve Hodge no llegaron a sudar la camiseta.
El buen juego y las sensaciones que dejó esta selección no tuvieron continuidad. Dos años después algunos de estos jugadores (menos de la mitad) pasaron con más pena que gloria por la Eurocopa de Suecia y a los más jóvenes y prometedores (Pearce, Platt y Gascoigne) aún les dio para llegar a la Euro disputada en Inglaterra en el 96. Por medio, tuvieron que aceptar el fracaso mayúsculo de no conseguir el billete para Estados Unidos '94. Un equipo por tanto que nació, creció, se desarrolló y murió en este mundial de Italia '90, y como ocurre siempre que muere alguien joven, no dejó un bonito cadáver para el recuerdo.
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