El final de la Primera
Guerra Mundial (1914 – 1918) vino acompañado del desarrollo de la
sociedad de masas; los obreros habían conseguido mejorar
notablemente sus condiciones de vida y las clases medias eran cada
vez más numerosas. En este contexto, los felices años '20, van a
surgir y se van a desarrollar los grandes espectáculos de masas, y
el fútbo será uno de los que más gente arrastre y más pasiones
levante. Los selecciones americanas ya disputaban la durísima Copa
América y el balompié formaba parte de los Juegos Olímpicos, pero
hacía falta un poco más. Al igual que el barón Pierre de Coubertain se empeñó en resucitar la Olimpiadas, otro francés,
Jules Rimet, fue el ideólogo de la Copa Mundial del Fútbol.
Nueve equipos americanos – Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Estados Unidos, México, Paraguay, Perú y Uruguay – y cuatro equipos europeos – Bélgica, Francia, Yugoslavia y Rumanía – disputaron la primera Copa del Mundo de fútbol en Uruguay. En principio iban a ser dieciséis selecciones pero entre los efectos de la crisis económica que azotaba Europa, el largo viaje hasta el continente americano y el enfado de algunos países, como Inglaterra, Italia o Suecia, que querían ser los organizadores, muchos equipos europeos decidieron boicotear el mundial (usando todo tipo de escusas) y el número de participantes quedó reducido a trece.
Europa aún sufría las consecuencias de la crisis económica que se inició en el Jueves Negro en la bolsa de Nueva York, y Uruguay se ofreció a construir un gran estadio y además pagar los gastos a los jugadores participantes. Por otro lado la nación uruguaya celebraba ese año el primer centenario de su constitución. Ese fue el nombre del estadio inaugurado para el evento. Todo esto sumado al hecho de que la selección celeste, la más potente del momento, se había colgado la medala de oro en los Juegos Olímpicos de París 1924 y Ámsterdam 1928 (organizados por la FIFA) convirtieron a Uruguay en anfitrió de la primera Copa del Mundo de Fútbol.
Tres estadios – Centenario, Pocitos y Gran Parque Central – ubicados todos en la ciudad de Montevideo, fueron los escenarios del campeonato.
Carol II, el rey futbolero.
Carol II, rey de Rumanía y gran aficionado al fútbol, tuvo que intervenir para que el equipo nacional rumano pudiese disputar el mundial. La mayoría de los futbolistas rumanos – incluídas sus estrellas – trabajaban para la compañía petrolera británica Anglo-Persian Oil Company (hoy BP) pero sus jefes se negaron a ceder a los trabajadores durante tres meses. Carol II tiró de diplomacia, y se puso en contacto con su primo el rey británico Jorge V, y finalmente consiguió la cesión de quince jugadores a cambio de hacerse cargo de sus salarios. Cuentan que Carol II participó en la elección de los futbolistas. El propio rey confirmó años después que una de las grandes frustraciones de su vida fue no poder acudir a Uruguay.
Cuatro equipos europeos, solo cuatro, se pegaron la paliza de cruzar el océano Atlántico. Tres de ellos – Bélgica, Rumanía y Francia – compartieron pasaje en el barco Conte Verde durante los quince días que duró la travesía. En el Conte Verde también viajaba el presidente de la FIFA, y principal impulsor de la Copa del Mundo, Jules Rimet, que custodiaba en una valija la copa y las medallas.
Los jugadores combatían el tedio entrenando en la cubierta del barco. Al llegar al continente americano atracaron en Brasil, recogieron al equipo brasileño y continuaron el viaje hasta Montevideo.
Los trece equipos se dividieron en un grupo de cuatro selecciones y otros tres compuestos por tres equipo cada uno. Los campeones de cada grupo se enfrentarían en las semifinales.
Francia – México fue el histórico partido que inauguró la primera Copa del Mundo de la historia el día 13 de julio y el francés Lucien Laurent, el autor del primer gol. Argentina y Chile, que completaban el grupo A, se jugaron el pase en el último partido del grupo más igualado. La victoria cayó del lado argentino.
Yugoslavia, Uruguay y Estados Unidos superaron claramente a sus rivales y se plantaron en las semifinales. El estadounidense Bert Pantenaude fue el primer jugador en marcar tres goles en el mismo partido en la historia de los mundiales.
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Argentina - Estados Unidos. |
Argentina y Uruguay demostraron superioridad y suficiencia en los partidos que le enfrentaron respectivamente a Estados Unidos y Yugoslavia respectivamente. Los dos estados rioplatenses vencieron por el mismo resultado 6 – 1.
Carlos Gardel canta para Argentina.
Un par de días antes de que se disputase la final, Carlos Gardel se acercó a la concentración argentina y allí cantó todo lo que le pidieron unos emocionados jugadores. Gardel los llamaba “los magos del balón”.
El 30 de Julio de 1930 en el estadio centenario Argentina y Uruguay reditaban la última final olímpica celebrada en Ámsterdan. El ambiente previo estuvo muy caldeado, muchos argentinos se desplazaron a Uruguay, mientras los uruguayos prepararon una auténtica encerrona. Según algunos futbolistas argentinos, llegaron a temer por sus vidas, no en vano, dos rivales históricos, dos pueblos apasionados, iban a dirimir quién era el mejor equipo del mundo.
Argentina llegó al descanso con un ajustado 2 – 1 a su favor. Durante los segundos 45 minutos la máquina charrúa se puso a jugar al fútbol, marcó tres goles y se convirtió en la primer selección en ganar un mundial.
Héctor Castro, el Divino Manco (perdió el antebrazo cuando tenía trece años) cerró con un certero cabezazo el definitivo 4 – 2.
El defensa José Nasazi, el
capitán uruguayo que levantó la copa y se colgó los dos oros
olímpicos. Actualmente sigue siendo considerado uno de los mejores
defensores de la historia. Un caudillo en el campo, el equipo
funcionaba al ritmo de sus gritos y arengas.
Dos balones para una final. ¿Anécdota o leyenda urbana?
Como en el fútbol callejero, ese de zapatillas agujereadas, balones estropeados y camisetas en las porterías: El capitán de un equipo se dirige a los chicos y les dice: “hoy jugamos con mi balón que pesa más y no se lo lleva el viento”. El niño más repipi del barrio responde: “de ninguna manera, jugamos con el mío que es más caro y además es el oficial”.
Pues eso mismo, pero en la final de un mundial. Cada selección quería jugar con el suyo. Decisión salomónica, primera parte con el balón argentino. Segunda parte con el balón uruguayo. Eran otros tiempos.
El equipo uruguayo, dirigido por Alberto Supicci, que disputó la final: arriba Gestido, Nasazzi, Ballestero, Mascheroni, Andrade y Fernández. Agachados la fantástica delantera formada por Dorado, Scarone, Castro, Cea e Iriarte.
Formación argentina (no están en orden): Juan Botasso, José Della Torre, Fernando Paternoster, Juan Evaristo, Luis Monti, Pedro Suárez, Carlos Peucelle, Francisco Varallo, Guillermo Stábile, Manuel Ferreira y Mario Evaristo.
Los capitanes Nasazzi y Nolo Ferreira.
El delantero argentino Guillermo Stábile “el Filtrador” con ocho goles se convirtió en el máximo goleador del torneo.
El meta argentino Juan Botasso fue uno de los más destacados del torneo.
No obstante, y según la fuente que consultes, el mejor cancerbero de los que disputó el mundial fue el yugoslavo Milovan Yaksic.
Enrique Ballestero, meta
uruguayo, fue otro de los arqueros que destacaron en el mundial. Dejó
su puerta a cero en los dos primeros choques, recibió un gol en
semifinales y otros dos en la finalísima. Jugaba para Rampla Junrios
y cuando comenzó la profesionalización fichó por Peñarol. En 1935
volvió a ganar un título con la Celeste, la Copa América.
Milutin Ivkovic, defensa derecho yugoslavo incluído en el once ideal de la copa del Mundo, había estudiado medicina en la universidad de Belgrado. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial fue arrestado y fusilado por la Gestapo.
Junto a Ivkociv y Nasazzi, el
mejor defensa del campeonato. Fernando Paternóster, defensa central,
era uno de los puntales de la retaguardia argentina.
José Leandro Andrade, conocido como “la Maravilla Negra”, tras deslumbrar a los franceses en los juegos olímpicos de París, era uno de las figuras más destacadas del fútbol uruguayo durante la década de los '20. Leandro Andrade, un tipo grande que hacía con el balón lo que le daba la gana era le perfecto organizador de juego. Campeón olímpico en 1924 y 1928, también participó en la consecución de este título, aunque ya había entrado en el declive de su carrera.
En el medio de campo uruguayo se
desempeñaba Álvaro Gestido, que también formó parte del elenco
que se colgó la medalla de oro en las olimpiadas de 1928. Este
jugador de Peñarol era hermano de Óscar Gestido, presidente de la
República de Uruguay en 1967.
Pedro Cea (según algunas fuentes de origen gallego, nacido en Redondela), goleador (cinco tantos en el torneo) y otro de los protagonistas de la victoria uruguaya. Cea, especialista en marcar goles en momentos claves, es el único futbolista que disputó todos los partidos en las olimpiados de 1924 y 1928 y en al mundial de 1930.
Si Stábile ponía los goles, Luis Monti dirigía el juego argentino desde la retaguardia. En su época era conocido como Doble Ancho, por su imponente físico. Monti fue el futbolista que sentó las bases del tradicional 5 argentino, un medio defensivo capaz de armar el juego propio y destruir el del rival.
Carlos “Barullo” Peucelle
acompañaba a Luis Monti en el centro del campo y se encargaba de las
labores ofensivas. Un medio de calidad y con llegada (tres goles en
el mundial). Peucelle está considerado el ideólogo de la Máquina
de River, el legendario equipo de los años cuarenta.
El piloto olímpico.
Manuel “Nolo” Ferreira,
capitán de la selección albiceleste. Santo y seña de Estudiantes
de la Plata, cuya afición lo bautizó con el cariñoso apelativo de
Nolo. Fue conocido también como “el Pilóto Olímpico, después de
dos sensacionales campeonatoas en que Argentina logró sendos
subcampeonatos: los Juegos Olímpicos de 1928 y el Mundial de 1934.
Consiguió además dos copas América en 1927 y 1929.
Nolo Ferreira era un tipo
especial. Se perdió el segundo partido de su selección en este
mundial para acudir a realizar un examen en la Facultad de Derecho de
la Universidad de Buenos Aires. Algo impensable en los tiempos que
corren.
El gran Eduardo Galeano le
dedicó unas palabras: "Fue en 1929, la selección Argentina
enfrentaba a Paraguay. Nolo Ferreira traía la pelota desde lejos.
Venía abriéndose camino, apilando gente, hasta que de buenas a
primeras se encontró de cara a toda la defensa, que formaba un muro.
Entonces Nolo se detuvo. Y
allí parado, se puso a pasear la pelota de un pie al otro, de uno a
otro empeine, sin que ella tocara el suelo. Y los adversarios
balanceaban la cabeza de izquierda a derecha y de derecha a
izquierda, todos a la vez, hipnotizados, clavada la vista en el
péndulo de la pelota. Duró siglos aquel vaivén, hasta que Nolo
encontró el hueco y de pronto disparó: la pelota atraveso la
muralla y sacudió la red.
Los agentes de la policía
montada se bajaron de los caballos para felicitarlo. En la cancha
había 20 mil personas, pero todos los argentinos juran que
estuvieron allí". (El fútbol a Sol y Sombra)
Héctor Scarone “el Mago” , un auténtico mito del fútbol charrúa, y una de las primeras estrellas del deporte rey. Presente en todos los títulos importantes de Uruguay en la década de los '20, cuatro copas de América, dos medallas de oro olímpico y el campeonato mundial. Máximo goleador en la historia de su selección hasta que fue superado por Forlán.
En Uruguay se escribió el primer capítulo de los mundiales.
la foto del equipo argentino no corresponde al mundial de 1930. Y por consiguiente los nombres no son correctos. La foto de quien sabe quien es, que dice que es Stabile, está equivocada. Una falta de respeto. Una vergüenza.
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