En ocasiones (muchas) es imposible
separar fútbol y política. Eso es lo que ocurrió en el segundo
mundial, el celebrado en Italia en 1934, Benito Mussolini y el propio
estado fascista italiano tuvieron más protagonismo que muchos
futbolistas. Al igual que haría Hitler en los Juegos Olímpicos de
1936 celebrados en Berlín, el partido fascista utilizó el mundial
de fútbol como arma propagandística para fomentar el patriotismo
entre los ciudadanos italianos y de paso, proyectar al mundo el éxito
del nuevo modelo político, social y económico desarrollado en
Italia a partir de 1922.
Italia 1934 es uno de los ejemplos
más claros de la utilización política del deporte, una
circunstancia que quedó demostrada desde el primer momento. Carteles
propagandísticos del régimen, jugadores realizando el saludo
fascista y la presencia en los estadios de destacados miembros del
gobierno. Los camisas negras (Milicia Voluntaria para la Seguridad
Nacional) también se movían por los estadios, las calles y los
lugares de concentración de los equipos, con un claro efecto
intimidatorio.
Il Duce.
Benito Mussolini “Il Duce”
líder supremo del partido fascista italiano tenía muy clara una
cosa, la selección italiana tenía que ganar el mundial. Para
asegurarse la victoria no dudó en utilizar todos los medios a su
alcance. Una anécdota (más o menos cierta) ilustra a la perfección
la intervención constante de Mussolini.
El jefe del estado se dirige a
Giorgio Vaccaro, presidente de la Federación Italiana de Fútbol, y
le comenta lo siguiente:
- No sé como hará, pero Italia debe ganar este campeonato.
- Haremos todo lo posible . . . - respondió el interpelado.
- No me ha comprendido bien, general . . . Italia debe ganar este Mundial. Es una orden.
Pero Il Duce no se limitó a la
palabraría, también movió ficha. La diplomacia italiana anduvo
presta a obedecer sin rechistar las órdenes de Mussolini, y
nacionalizó con premura a cuatro futbolistas argentinos, entre ellos
la estrella Luis Monti, que había brillado con luz propia en el
campeonato disputado en Uruguay y Raimundo Orsi que se convirtió en
uno de los goleadores de este mundial, y un brasileño, Guarisi. La
FIFA, por supuesto (y como suele ser habitual) miró hacia otro lado
y tragó con los caprichos del fundador y líder supremo del partido
fascista. Siempre se ha especulado con la influencia de Mussolini
sobre los árbitros para que tratasen bien a su equipo y el caso es
que hubo decisiones arbitrales, cuanto menos, controvertidas. Incluso
se ha llegado a escribir que Mussolini tendría amenazados de muerte
a sus propios jugadores si no eran capaces de levantar la copa. Eso
es motivación y lo demás son tonterias.
Selección argentina. |
Uruguay no quiso acudir al mundial
(única vez que un campeón del mundo no acude a la cita) y
Argentina mandó a un equipo “b”, como protesta por el boicot
europeo a su Copa del Mundo. No importaba, treinta y cuatro países
solicitaron una plaza en el Mundial. Como no cabían todos se
disputaron eliminatorias previas hasta reducir el número a las
dieciséis que comenzarían una emocionante fase final. Lo más
destacado de estos partidos fue la eliminación de Yugoslavia
(semifinalista en la edición anterior), la participación de Italia
(eliminó a Grecia) y la contundencia de España venciendo 9 a 1 al
vecino Portugal.
Por primera vez en la
historia no hubo grupos, sino que el mundial se disputó de principio
a fin mediante eliminatorias directas. De esta forma era más
sencillo intervenir en los resultados si se hacía necesario. Doce
equipos europeos – Italia, España, Alemania, Austria, Bélgica,
Checoslovaquia, Francia, Hungría, Rumanía, Suecia, Suiza y Holanda
- , tres americanos – Brasi, Argentina y Estados Unidos – y un
africano – Egipto -, compitieron a partir del 27 de mayor de 1934.
El primer día se disputaron las
ocho eliminatorias, por lo que la mitad de los combinados apenas
pudieron disfrutar del evento. Las tres selecciones americanas y
Egipto apenas tuvieron oportunidad y quedaron fuera a las primeras de
cambio. Brasil se metió entre pecho y espalda doce días de travesía para caer eliminada en el primer partido. Rumanía, Bélgica, Francia y Holanda corrieron la misma
suerte.
Egipto fue la primera selección
africana en disputar un mundial de fútbol, y aunque dio batalla, no
pudo superar al combinado húngaro.
Italia – España. El nacimiento
de un clásico.
La selección de la república
española frente a la selección italiana argentinizada y bandera del
fascismo. Había nacido uno de los duelos más enconados del fútbol
europeo y como muchos de los enfrentamientos posteriores, fue una
eliminatoria dura, polémica y apasionante.
Los dos combinados se emplearon
con dureza y fue tan igualado el encuentro, que fue necesario jugar
un segundo partido tras finalizar con empate a uno, los noventa
minutos reglamentarios más los treinta de prórroga. El primer
capítulo de esta batalla tuvo de todo, un gol de Luis Regueiro, el
empate de Giovanni Ferrari en el séptimo córner seguido, los palos
de la portería aliados con la Azzurra y varios lesionados en cada
equipo, entre ellos el meta español Ricardo Zamora.
Veinticuatro horas después, con
las piernas fatigadas y los equipos mermados por las lesiones, se
disputó la segunda parte de esta épica batalla, donde la violencia
volvió a ser la tónica general. El árbitro suizo René Mercet
anuló dos goles a España y concedió el único y definitivo a
Giusseppe Meazza después de cometer falta sobre el portero Juan
Nogués. En la actualidad la prensa española aún sigue clamando por
la injusticia.
La selección española vendió
muy cara la derrota.
En 1934 España tenía,
posiblemente, la mejor seleccíon de Europa, con un ramillete de
futbolísticas míticos, entre los que se encontraban Ricardo Zamora,
Jacinto Quincoces, Ciriaco Errasti, Leonardo Cilaurren, Gorostiza,
Luis Regueiro o el goleador Isidro Lángara. Al parecer aquel
combinado se había contagiado del espíritu optimista que había
emergido en el país tras las proclamación de la Segunda República
en abril de 1931.
La selección española llegó a
Italia como una de las favoritas para levantar el trofeo. El
seleccionador nacional, Amadeo García de Salazar, ponía en práctica
el 2 – 3 – 5, el sistema de juego más frecuente de la época. En
la primera eliminatoria se enfrentaron a Brasil, un equipo que estaba
aún lejos de lo que llegaría a ser, y venció por un claro 3 – 1,
con dos goles de Iraragorri y uno de Lángara. La fortuna quiso que
en cuartos de final se enfrentasen a la anfitriona, y ahí acabó el
sueño español.
Dos años después de la
participación en el mundial estalló en España la Guerra Civil, que
acabó con esta gloriosa generación de deportistas.
El oviedista Isidro Lángara,
apodado el Tanque, fue el máximo artillero de España en este
mundial con las dose dianas que firmó en el partido contra Brasil.
El medio defensivo español Leonardo Cilaurren fue incluido en el once ideal del campeonato.
El medio defensivo español Leonardo Cilaurren fue incluido en el once ideal del campeonato.
Tres equipos del centro de Europa,
auténticos clásicos de los mundiales de fútbol, solventaron sus
eliminatorias de cuartos de final y se metieron de lleno a disputar
el campeonato. Alemania derrotó a Suecia, Checoslovaquia a Suiza y
Austria a Hungría.
Leopold Kielhoz, el goleador de las lentes.
El jugador suizo Leopold Kielhoz fue uno de los hombres más destacados del combinado helvético que alcanzó con brillantez los cuartos de final. El jugador consiguió anotar tres goles en los dos partidos que disputó. Lo curioso del asunto es que Kielhoz, miope, jugaba al fútbol con gafas, convirtiéndose en el primero (que no único) en hacerlo en una Copa del Mundo. Kielhoz jugó en el histórico Servette de Ginebra y tiene el record goleador en la liga suiza con cuarante tantos en una sola temporada.
Las semifinales estaban servidas.
Checoslovaquia eliminó con cierta facilidad a Alemania (aún no era
una potencia futbolística) por 3 – 1 y la polémica volvió a
acompañar a Italia, que contó con la ayuda arbitral para dejar
fuera al Wunderteam austríaco.
El Wunderteam – el equipo
maravilla – de Austria, con Sindelar en plan estrella, asombró por
su dinamismo en el campo y el buen fútbol, pero tuvieron que
claudicar frente al anfitrión y las circunstancias.
La selección austriaca de fútbol
era una potencia a principios de los años '30 y basaba su juego en
la escuela escocesa del pase rápido de la que se hicieron unos
expertos Mathias Sindelar, Walter Nausch, Franz Wagner y Josef
Smistik. Los austriacos ganaron una competición internacional
llamada Copa Internacional Centroeuropea en 1932, se colgaron la
medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 y
eliminaron a la selección de Hungría en los cuartos de final de
Italia 1934. Curiosamente ambas selecciones comparten destino, en su
momento fueron los equipos que mejor fútbol practicaban (Austria en
1934 y Hungría en 1954), pero ninguna pudo ganar un mundial.
Alemania venció a Austria en la
final de consolación. Uno de los jugadores más destacados del
combinado germano fue su delantero Edmund Conen. Conen sorprendió al
mundo en el primer partido del mundial, Bélgica y Alemania empataban
2 – 2, cuando un joven de 19 años anotó tres goles en diecisiete
minutos. El primer delantero panzer de la historia alemana. También
marcó el gol definitivo en el último partido frente a Austria.
El centrocampista austríaco Franz Wagner, pieza clave del equipo maravilla, fue incluido en el once ideal del torneo. En el mundial siguiente Wagner formó parte de la selección alemana.
Gianpiero Combi (de oscuro) y Frantisek Planicka (blanco) capitanes de Italia y Checoslovaquia se saludan antes de disputar la final. |
Italia – Checoslovaquia.
Italia
volvía a jugar contra un rival que partía como favorito, pero como
siempre, pudo sobreponerse a la adversidad, especialmente cuando Puc
adelantó a Checoslovaquia. En aquel momento el país enmudecio
mientras los miembros del palco de honor endurecieron el gesto. La
Squadra Azzurra tenía veinte minutos para voltear el marcador y
hacer historia.
Como vienen haciendo desde
entonces, los jugadores italianos apretaron los dientes y metieron la
tercera, la cuarta y la quinta marcha, acorralando a los
checoslovacos en su área, y a nueve minutos del final, dos de los
nacionalizados, Guaita y Orsi, trenzaron una jugada para que el
segundo empujase la pelota al fondo de la red. Ya en la prórroga el
propio Guaita se convirtió en héroe al servir en bandeja a Schiavio
el gol del triunfo.
La alineación del campeón:
Gianpiero Combi, Luis Monti, Attilio Ferraris, Luigi Allemandi,
Enrique Guaita y Ferrari. Angelo Schiavio, Giusseppe Meazza, Eraldo
Monzeglio, Luigi Bertolini y Raimundo Orsi.
Vittorio Pozzo fue el
seleccionador italiano y durante el tiempo que permaneció en el
cargo, el fútbol fue creciendo en popularidad y potencia en el país
transalpino. Apostando siempre por la seguridad defensiva, se
considera a Pozzo el iniciador del estilo clásico y tradicional del
fútbol italiano. Con Vittorio Pozzo al frente la Squadra Azzurra
vivió una etapa gloriosa con dos mundiales consecutivos y la medalla
de oro en los Juegos Olímpicos de 1936.
Los logros de la selección
italiana en este mundial, y en las siguientes competiciones que
disputó, recibieron una notable cobertura por parte de los medios de
comunicación nacionales (este fue el primer mundial transmitido por
radio) que convirtieron a este deporte en un auténtico espectáculo
de masas.
Ricardo Zamora “el Divino” la
primera estrella mediática del fútbol español y para muchos, y con
permiso de Iker Casillas, el mejor portero de la historia en España.
Ciriaco y Quincoces, el cerrojo
de España.
Jacinto Quincoces y Ciriaco
Errasti formaron, junto con Ricardo Zamora, el triángulo defensivo
de la selección española. Ciriaco era un jugador que aprovechaba su
físico para jugar, mientras que Quincoces era un defensa ágil muy
bueno en el juego aéreo. Ciriaco y Quincoces jugaron juntos en el
Alavés y marcharon juntos a reforzar la defensa del Real Madrid.
Esta sensacional pareja de defensas conquistaron las dos primeras
ligas del Real Madrid.
Jacinto Quincoces fue elegido
mejor defensa en este mundial y tanto impresionó a los italianos,
que en tono jocoso un períodico publicó que debería nacionalizarse
y cambiarse el apellido por Quincocini.
Frantisek Planicka, guardameta y
capitán de la selección checoslovaca fue una de las primeras
estrellas del fútbol del este. Siempre defendió los colores del
Slavia de Praga y era conocido como Kocka Praze (el gato de Praga)
El
delantero checoslovaco Oldřich Nejedlý fue el máximo artillero del
campeonato con cinco goles. Nejedly jugó toda su carrera en el
histórico Sparta de Praga y con la selección disputó dos
mundiales. En el mundial de 1938 se rompió una pierna jugando contra
Brasil, aquella lesión supuso el fin de su brillante carrera
internacional.
Eraldo Monzeglio, bicampeón del
mundo, fue el primer gran defensa del fútbol italiano. Rápido y
elegante, excelente en el marcaje y experto en el desplazamiento
largo del balón.
Raimundo Orsi, pasó del
Independiente de Avellaneda a la Juventus de Turín, y se convirtiò
en pieza clave en el equipo nacional italiano.
Angelo Schiavio con 1'78 metros
era un delantero de gran envergadura que demostró su instinto
goleador en el mundial. Sus cuatro goles ayudaron al triunfo final.
Enrique Guaita, “el Corsario
Negro”, criado futbolísticamente en Estudiantes de la Plata, fue
uno de los argentinos nacionalizados. Disputó cuatro partidos y
logró un gol en la semifinal contra Austria. En Italia jugó para la
AS Roma y se proclamó máximo goleador de la Liga Italiana en 1934
-35.
Un jugador que estaba por encima del resto ponía los cimientos de una carrera plagada de éxitos, Giuseppe Meazza dotado de una habilidad especial para controlar el balón y perforar metas contrarias, fue el primer futbolista en convertirse en un estrella.
Italia ganaba su primer campeonato
del mundo y comenzaba a forjar la leyenda de equipo competitivo,
Benito Mussolini sacaba pecho, ya podía vender el triunfo de su
sistema y el fútbol se convertía en el deporte favorito de los
italianos.
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