lunes, 11 de junio de 2018

HISTORIA DE LOS MUNDIALES DE FÚTBOL. ITALIA 1934. FASCISMO Y ARBITRAJES




En ocasiones (muchas) es imposible separar fútbol y política. Eso es lo que ocurrió en el segundo mundial, el celebrado en Italia en 1934, Benito Mussolini y el propio estado fascista italiano tuvieron más protagonismo que muchos futbolistas. Al igual que haría Hitler en los Juegos Olímpicos de 1936 celebrados en Berlín, el partido fascista utilizó el mundial de fútbol como arma propagandística para fomentar el patriotismo entre los ciudadanos italianos y de paso, proyectar al mundo el éxito del nuevo modelo político, social y económico desarrollado en Italia a partir de 1922.


Italia 1934 es uno de los ejemplos más claros de la utilización política del deporte, una circunstancia que quedó demostrada desde el primer momento. Carteles propagandísticos del régimen, jugadores realizando el saludo fascista y la presencia en los estadios de destacados miembros del gobierno. Los camisas negras (Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional) también se movían por los estadios, las calles y los lugares de concentración de los equipos, con un claro efecto intimidatorio.



Il Duce.
Benito Mussolini “Il Duce” líder supremo del partido fascista italiano tenía muy clara una cosa, la selección italiana tenía que ganar el mundial. Para asegurarse la victoria no dudó en utilizar todos los medios a su alcance. Una anécdota (más o menos cierta) ilustra a la perfección la intervención constante de Mussolini.

El jefe del estado se dirige a Giorgio Vaccaro, presidente de la Federación Italiana de Fútbol, y le comenta lo siguiente:
      • No sé como hará, pero Italia debe ganar este campeonato.
      • Haremos todo lo posible . . . - respondió el interpelado.
      • No me ha comprendido bien, general . . . Italia debe ganar este Mundial. Es una orden.

Pero Il Duce no se limitó a la palabraría, también movió ficha. La diplomacia italiana anduvo presta a obedecer sin rechistar las órdenes de Mussolini, y nacionalizó con premura a cuatro futbolistas argentinos, entre ellos la estrella Luis Monti, que había brillado con luz propia en el campeonato disputado en Uruguay y Raimundo Orsi que se convirtió en uno de los goleadores de este mundial, y un brasileño, Guarisi. La FIFA, por supuesto (y como suele ser habitual) miró hacia otro lado y tragó con los caprichos del fundador y líder supremo del partido fascista. Siempre se ha especulado con la influencia de Mussolini sobre los árbitros para que tratasen bien a su equipo y el caso es que hubo decisiones arbitrales, cuanto menos, controvertidas. Incluso se ha llegado a escribir que Mussolini tendría amenazados de muerte a sus propios jugadores si no eran capaces de levantar la copa. Eso es motivación y lo demás son tonterias.


Selección argentina. 
Uruguay no quiso acudir al mundial (única vez que un campeón del mundo no acude a la cita) y Argentina mandó a un equipo “b”, como protesta por el boicot europeo a su Copa del Mundo. No importaba, treinta y cuatro países solicitaron una plaza en el Mundial. Como no cabían todos se disputaron eliminatorias previas hasta reducir el número a las dieciséis que comenzarían una emocionante fase final. Lo más destacado de estos partidos fue la eliminación de Yugoslavia (semifinalista en la edición anterior), la participación de Italia (eliminó a Grecia) y la contundencia de España venciendo 9 a 1 al vecino Portugal.


La selección de Brasil donde ya aparecía Leónidas da Silva.
Por primera vez en la historia no hubo grupos, sino que el mundial se disputó de principio a fin mediante eliminatorias directas. De esta forma era más sencillo intervenir en los resultados si se hacía necesario. Doce equipos europeos – Italia, España, Alemania, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, Francia, Hungría, Rumanía, Suecia, Suiza y Holanda - , tres americanos – Brasi, Argentina y Estados Unidos – y un africano – Egipto -, compitieron a partir del 27 de mayor de 1934.



El primer día se disputaron las ocho eliminatorias, por lo que la mitad de los combinados apenas pudieron disfrutar del evento. Las tres selecciones americanas y Egipto apenas tuvieron oportunidad y quedaron fuera a las primeras de cambio. Brasil se metió entre pecho y espalda doce días de travesía para caer eliminada en el primer partido.  Rumanía, Bélgica, Francia y Holanda corrieron la misma suerte.



Egipto fue la primera selección africana en disputar un mundial de fútbol, y aunque dio batalla, no pudo superar al combinado húngaro.


Italia – España. El nacimiento de un clásico.
La selección de la república española frente a la selección italiana argentinizada y bandera del fascismo. Había nacido uno de los duelos más enconados del fútbol europeo y como muchos de los enfrentamientos posteriores, fue una eliminatoria dura, polémica y apasionante.


Los dos combinados se emplearon con dureza y fue tan igualado el encuentro, que fue necesario jugar un segundo partido tras finalizar con empate a uno, los noventa minutos reglamentarios más los treinta de prórroga. El primer capítulo de esta batalla tuvo de todo, un gol de Luis Regueiro, el empate de Giovanni Ferrari en el séptimo córner seguido, los palos de la portería aliados con la Azzurra y varios lesionados en cada equipo, entre ellos el meta español Ricardo Zamora.

Un lance del España - Brasil
Veinticuatro horas después, con las piernas fatigadas y los equipos mermados por las lesiones, se disputó la segunda parte de esta épica batalla, donde la violencia volvió a ser la tónica general. El árbitro suizo René Mercet anuló dos goles a España y concedió el único y definitivo a Giusseppe Meazza después de cometer falta sobre el portero Juan Nogués. En la actualidad la prensa española aún sigue clamando por la injusticia.


La selección española vendió muy cara la derrota.
En 1934 España tenía, posiblemente, la mejor seleccíon de Europa, con un ramillete de futbolísticas míticos, entre los que se encontraban Ricardo Zamora, Jacinto Quincoces, Ciriaco Errasti, Leonardo Cilaurren, Gorostiza, Luis Regueiro o el goleador Isidro Lángara. Al parecer aquel combinado se había contagiado del espíritu optimista que había emergido en el país tras las proclamación de la Segunda República en abril de 1931.

La selección española llegó a Italia como una de las favoritas para levantar el trofeo. El seleccionador nacional, Amadeo García de Salazar, ponía en práctica el 2 – 3 – 5, el sistema de juego más frecuente de la época. En la primera eliminatoria se enfrentaron a Brasil, un equipo que estaba aún lejos de lo que llegaría a ser, y venció por un claro 3 – 1, con dos goles de Iraragorri y uno de Lángara. La fortuna quiso que en cuartos de final se enfrentasen a la anfitriona, y ahí acabó el sueño español.

Dos años después de la participación en el mundial estalló en España la Guerra Civil, que acabó con esta gloriosa generación de deportistas.


El oviedista Isidro Lángara, apodado el Tanque, fue el máximo artillero de España en este mundial con las dose dianas que firmó en el partido contra Brasil. 




El medio defensivo español Leonardo Cilaurren fue incluido en el once ideal del campeonato. 


Jugadores de Alemania.
Tres equipos del centro de Europa, auténticos clásicos de los mundiales de fútbol, solventaron sus eliminatorias de cuartos de final y se metieron de lleno a disputar el campeonato. Alemania derrotó a Suecia, Checoslovaquia a Suiza y Austria a Hungría.

Leopold Kielhoz, el goleador de las lentes.
El jugador suizo Leopold Kielhoz fue uno de los hombres más destacados del combinado helvético que alcanzó con brillantez los cuartos de final. El jugador consiguió anotar tres goles en los dos partidos que disputó. Lo curioso del asunto es que Kielhoz, miope, jugaba al fútbol con gafas, convirtiéndose en el primero (que no único) en hacerlo en una Copa del Mundo. Kielhoz jugó en el histórico Servette de Ginebra y tiene el record goleador en la liga suiza con cuarante tantos en una sola temporada.


Checoslovaquia bate a Alemania. 
Las semifinales estaban servidas. Checoslovaquia eliminó con cierta facilidad a Alemania (aún no era una potencia futbolística) por 3 – 1 y la polémica volvió a acompañar a Italia, que contó con la ayuda arbitral para dejar fuera al Wunderteam austríaco.


El equipo maravilla.
El Wunderteam – el equipo maravilla – de Austria, con Sindelar en plan estrella, asombró por su dinamismo en el campo y el buen fútbol, pero tuvieron que claudicar frente al anfitrión y las circunstancias.

La selección austriaca de fútbol era una potencia a principios de los años '30 y basaba su juego en la escuela escocesa del pase rápido de la que se hicieron unos expertos Mathias Sindelar, Walter Nausch, Franz Wagner y Josef Smistik. Los austriacos ganaron una competición internacional llamada Copa Internacional Centroeuropea en 1932, se colgaron la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 y eliminaron a la selección de Hungría en los cuartos de final de Italia 1934. Curiosamente ambas selecciones comparten destino, en su momento fueron los equipos que mejor fútbol practicaban (Austria en 1934 y Hungría en 1954), pero ninguna pudo ganar un mundial.



Alemania venció a Austria en la final de consolación. Uno de los jugadores más destacados del combinado germano fue su delantero Edmund Conen. Conen sorprendió al mundo en el primer partido del mundial, Bélgica y Alemania empataban 2 – 2, cuando un joven de 19 años anotó tres goles en diecisiete minutos. El primer delantero panzer de la historia alemana. También marcó el gol definitivo en el último partido frente a Austria.







El centrocampista austríaco Franz Wagner, pieza clave del equipo maravilla, fue incluido en el once ideal del torneo. En el mundial siguiente Wagner formó parte de la selección alemana. 


Gianpiero Combi (de oscuro) y Frantisek Planicka (blanco) capitanes de Italia y Checoslovaquia se saludan antes de disputar la final. 
Italia – Checoslovaquia. 
Italia volvía a jugar contra un rival que partía como favorito, pero como siempre, pudo sobreponerse a la adversidad, especialmente cuando Puc adelantó a Checoslovaquia. En aquel momento el país enmudecio mientras los miembros del palco de honor endurecieron el gesto. La Squadra Azzurra tenía veinte minutos para voltear el marcador y hacer historia.


Como vienen haciendo desde entonces, los jugadores italianos apretaron los dientes y metieron la tercera, la cuarta y la quinta marcha, acorralando a los checoslovacos en su área, y a nueve minutos del final, dos de los nacionalizados, Guaita y Orsi, trenzaron una jugada para que el segundo empujase la pelota al fondo de la red. Ya en la prórroga el propio Guaita se convirtió en héroe al servir en bandeja a Schiavio el gol del triunfo.


La alineación del campeón: Gianpiero Combi, Luis Monti, Attilio Ferraris, Luigi Allemandi, Enrique Guaita y Ferrari. Angelo Schiavio, Giusseppe Meazza, Eraldo Monzeglio, Luigi Bertolini y Raimundo Orsi.



Vittorio Pozzo fue el seleccionador italiano y durante el tiempo que permaneció en el cargo, el fútbol fue creciendo en popularidad y potencia en el país transalpino. Apostando siempre por la seguridad defensiva, se considera a Pozzo el iniciador del estilo clásico y tradicional del fútbol italiano. Con Vittorio Pozzo al frente la Squadra Azzurra vivió una etapa gloriosa con dos mundiales consecutivos y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1936.



Los logros de la selección italiana en este mundial, y en las siguientes competiciones que disputó, recibieron una notable cobertura por parte de los medios de comunicación nacionales (este fue el primer mundial transmitido por radio) que convirtieron a este deporte en un auténtico espectáculo de masas.



Ricardo Zamora “el Divino” la primera estrella mediática del fútbol español y para muchos, y con permiso de Iker Casillas, el mejor portero de la historia en España.



Ciriaco y Quincoces, el cerrojo de España.
Jacinto Quincoces y Ciriaco Errasti formaron, junto con Ricardo Zamora, el triángulo defensivo de la selección española. Ciriaco era un jugador que aprovechaba su físico para jugar, mientras que Quincoces era un defensa ágil muy bueno en el juego aéreo. Ciriaco y Quincoces jugaron juntos en el Alavés y marcharon juntos a reforzar la defensa del Real Madrid. Esta sensacional pareja de defensas conquistaron las dos primeras ligas del Real Madrid.



Jacinto Quincoces fue elegido mejor defensa en este mundial y tanto impresionó a los italianos, que en tono jocoso un períodico publicó que debería nacionalizarse y cambiarse el apellido por Quincocini.



Frantisek Planicka, guardameta y capitán de la selección checoslovaca fue una de las primeras estrellas del fútbol del este. Siempre defendió los colores del Slavia de Praga y era conocido como Kocka Praze (el gato de Praga)


El delantero checoslovaco Oldřich Nejedlý fue el máximo artillero del campeonato con cinco goles. Nejedly jugó toda su carrera en el histórico Sparta de Praga y con la selección disputó dos mundiales. En el mundial de 1938 se rompió una pierna jugando contra Brasil, aquella lesión supuso el fin de su brillante carrera internacional.



Eraldo Monzeglio, bicampeón del mundo, fue el primer gran defensa del fútbol italiano. Rápido y elegante, excelente en el marcaje y experto en el desplazamiento largo del balón.



Raimundo Orsi, pasó del Independiente de Avellaneda a la Juventus de Turín, y se convirtiò en pieza clave en el equipo nacional italiano.



Angelo Schiavio con 1'78 metros era un delantero de gran envergadura que demostró su instinto goleador en el mundial. Sus cuatro goles ayudaron al triunfo final.


Enrique Guaita, “el Corsario Negro”, criado futbolísticamente en Estudiantes de la Plata, fue uno de los argentinos nacionalizados. Disputó cuatro partidos y logró un gol en la semifinal contra Austria. En Italia jugó para la AS Roma y se proclamó máximo goleador de la Liga Italiana en 1934 -35.


Un jugador que estaba por encima del resto ponía los cimientos de una carrera plagada de éxitos, Giuseppe Meazza dotado de una habilidad especial para controlar el balón y perforar metas contrarias, fue el primer futbolista en convertirse en un estrella.



Italia ganaba su primer campeonato del mundo y comenzaba a forjar la leyenda de equipo competitivo, Benito Mussolini sacaba pecho, ya podía vender el triunfo de su sistema y el fútbol se convertía en el deporte favorito de los italianos.




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