Viernes 8 de Junio de 1990 arranca
la Copa del Mundo de Fútbol en Milán. Un precioso Giuseppe Meazza
recién remodelado para la ocasión sería el teatro en el que haría
su debut la actual campeona, Argentina, con el superclase mundial
Diego Armando Maradona, a la cabeza. Enfrente un equipo africano, que
vestía una indumentaria de alegres colores (homenaje a su enseña
nacional) y cuyos jugadores eran prácticamente desconocidos a nivel
mundial. Aquel partido los cameruneses lo jugaron muy juntitos, no
dejando a los sudamericanos desplegar su juego. Los argentinos en
ningún momento se sintieron cómodos sobre la cancha milanesa.
Minuto 66, falta lateral y balón al área, Francois Oman-Biyick se
eleva por encima de cuatro defensores argentinos y conecta un
cabezazo, que bate con cierto suspense, a un anonadado Nery Pumpido.
Los Leones Indomables de Camerún comenzaban a rugir.
En 1990 la selección de fútbol
no era desconocida, en esos momentos ya era una potencia futbolística
dentro del continente africano y ya se había asomado al mundo en
España 82. Corrían los finales de los ochenta. Camerún ya había
jugado el Mundial de España, el primero de su hisotira, pero se
disponía a llamar la atención del mundo entero en el de Italia.
Aquel equipo de los N´Kono, Kana-Biyik, Tataw, Makanaky, Oman-Biyick
o Milla ha dejado en el camino hacia la cita mundialista a
selecciones como Nigeria, Angola o Gabón. En el partido decisivo de
clasificación, frente a Túnez, reunió a más de ochenta mil
personas en el Stade Omnisports de Yaoundé. La fiebre por el fútbol
y por los leones indomables, como popularmente se conoce al conjunto
camerunés, era enorme. […] Solo los ingleses, en un partido
tremendo de cuartos se tuvo que decidir en la prórroga, fueron
capaces de acabar con el sueño de un país entero que, para
entonces, ya había enseñado a sus niños y a sus jóvenes que el
fútbol era otra forma de alcanzar el ansiado desarrollo. Ese mundial
marcó la historia de Samuel [Eto]. Sueños de gol. El origen de las
estrellas. Guillermo García Uzquiano y Aritz Gabilondo.
Valery
Nepomnyashchy sustituyó al francés Claude Le Roy, el auténtico
artífice de este equipo, con el que había sido campeón de África
en 1988. La base del equipo que viajó a Italia era la misma que alzó
el título continental. Tácticamente no eran gran cosa, pero suplían
esa carencia con mucha ilusión y pundonor. Ese pundonor con el que
se empleaban en el campo les costó algunos disgustos en forma de
expulsiones y sanciones. Los futbolistas cameruneses desplegaron un
juego dinámico, solidario en el esfuerzo, vertical y atractivo por
momentos, ganándose el cariño y la admiración del mundo entero.
A
priori Camerún no estaba encuadrado en grupo sencillo, y tras el
partido con Argentina, esperaba otro Maradona, Gica Hagi (conocido
como Maradona de los Cárpatos) y una joven y prometedora selección
rumana. Los rumanos también cayeron en la trampa, una tupida red en
el medio del campo formada por una maraña de cameruneses, prestos a
destruir cualquier intento de Hagi, Balint y Lacatus de acercarse a
Thomas N'Kono. Dos zarpazos del eterno Roger Milla y a Octavos. El
tercer encuentro fue un mero trámite. El propio seleccionador
declaró que sus jugadores estaban pensando en el siguiente cruce. La
Unión Soviética se desquitó de su mala fortuna en los encuentros
anteriores y le endosó un contundente 4 – 0. Con esta goleada la
Unión Soviética se despedía para siempre de la Copa del Mundo. En
pocos meses el mapa de Europa sufrió cambios muy significativos.
Los
octavos de final enfrentaron a dos de las sorpresas del mundial
(otras dos serían Costa Rica y Eire) y la que ganase el partido,
además de avanzar hacia cuartos de final, se consagraría como la
gran revelación mundialista. Nombres como Tataw, Mbouh, Mfede,
Oman-Biyick y sobretodo Makanaky y Milla empezaban a formar parte de
las tertulias en los bares y cafeterías. El rival, Colombia, contaba
con un elenco de excelentes peloteros (de las mejores generaciones de
futbolsitas de su historia) con Carlos Valderrama, Andrés Escobar,
Freddy Rincón y el excentrico René Higuita. El partido entre
Camerún y Colombia es el típico que se produce en el primer cruce,
dos equipos que juegan a nadar y guardar la ropa, sabiéndose con el
deber cumplido, pero con la mirada un poco más allá. Un tremendo
trallazo de Freddy Rincón que se estrelló en la madera fue
respondido con un rápido contrataque africano. Las fuerzas estaban
igualadas y tras los 90 minutos reglamentarios, se llegó a la
prórroga. Y ahí volvió a aparecer el héroe, un veterano de 38
años, llamado a última hora para ayudar a su país. Otras dos
acciones de Roger Milla, una con la nefasta colaboración de René
Higuita, volvieron a dar la victoria a Camerún. Todos nos frotamos
los ojos asombrados y con España eliminada por Yugoslavia, nos
pusimos la camiseta verde.
San
Paolo de Nápoles había dado suerte a Camerún en octavos y
esperaban que el santo les echara una manita. La iban a necesitar.
Los africanos se presentaron ante Inglaterra (que venía también de
jugar una prórroga contra Bélgica) con cuatro bajas por sanción;
Mbouh, Ndip, Onana y Kana Biyik. Lo que sucesió en el cesped del
estadio napolitano forma parte de la épica mundialista. Camerún e
Inglaterra disputaron uno de los partidos más emocionantes, no solo
de aquella Copa del Mundo, sino de todas las ediciones. Remontadas,
penltys, alternativas, paradas milagrosas, fallos estrepitosos,
goles, prórroga, tarjetas e intensidad, muchísima intensidad. David
Platt y Gary Lineker (dos veces), una pareja en estado de gracia,
anularon los goles de Kunde y Ekeke. Aquel domingo 1 de Julio de 1990
terminaba la historia de Camerún en Italia '90 y comenzaba la
leyenda de los Leones Indomables. Cuatro años después algunos de
estos leones siguieron dando guerra en el mundial de Estados Unidos.
Recién
acabado el mundial de Italia, y a la vista de los resultados
cosechados por los Leones Indomables, entrenadores y periodistas
comenzaron a mirar al fútbol africano con otros ojos. Muchos fueron
los que vaticinaron que en el futuro de África saldría la selección
campeona del mundo. Han pasado tres décadas, y aún estamos
esperando su explosión definitiva. Al menos a nivel de selecciones
absolutas. El éxito de Camerún en 1990 significó el despegue del
futbolista africano. A partir de esa fecha el nújmero de jugadores
de ese continente en clubes europeos fue aumentando temporada tras
temporada.
A
pesar de ser goleado por una Unión Soviética ya eliminada para
entonces, Camerún tuvo un gran Mundial, venció a Colombia en
octavos y fue derrotada con esfuerzo por Inglaterra en cuartos.
Fueron recibidos aun con más estruendo que nuestros subcampeones.
Cuando estaba por aterritzar, el avión tuvo que pegar la vuelta
porque la pista de aterrizaje estaba tapada de gente. Fue un día de
fiesta nacional que se conituó al siguiente. El presidente Biya
extendió honores a todo el plantel, incluyendo la totalidad de la
delegación, y también hasta honró a algunos periodistas leales a
la causa deportiva.
El suceso de Camerún en el
Mundial – aunque desde acá no lo hayamos percibido en su debida
dimensión – significó el comienzo de África como actor relevante
en el fútbol internacional.
Italia '90: Un épica de lo
imposible.
Pablo S. Alonso.
Thomas
N'Kono. Probablemente el mejor cancerbero africano de la
historia. Famoso por jugar con pantalón largo, N'Kono fue un sobrio
y carismático guardameta, que desarrolló buena parte de su carrera
en el RCD Espanyol, viviendo grandes momentos en el club catalán.
Líder dentro y fuera del campo, referencia tanto en su selección
como en los principales clubes en los que jugó, el Canon Yaoundé,
el Espanyol y el Bolívar. N´Kono participó en el mundial de España
en 1982, fue campeón de África de Naciones en 1984 y ganó en dos
ocasiones el balón de oro africano (1979 y 1982)
Stephen
Tataw. El portador del brazalete de capitán era el dueño del
lateral derecho. Indiscutible en esta posición disputó todos los
minutos del mundial. Campeón de África de Naciones en 1988 y uno de
los mejores laterales africanos de la época, pasó la mayor parte de
su carrera en su país y puso fin a su carrera deportiva jugando en
Japón. Tataw siguió siendo el capitán de su selección en el
mundial de Estados Unidos. El partido frente a Rusia fue el último
de los 63 entorchados internacionales.
Bertin
Ebwelle. Titular en el lateral izquierdo durante toda la
competición. Habitual en las convocatorias de Camerún (47 veces),
desapareció de las mismas poco después de la copa africana de
naciones de 1992. Un poco impreciso, probablemente era lo mejor de lo
que podía disponer el seleccionador.
Victor
Ndip. Campeón de África en
1988, mundialista en el 90 y 94 y medio centenar de apariciones con
su selección. Victor Ndip era el último hombre de la defensa,
actuando como líbero, una posición que en 1990 estaba en vías de
extinción. Intentaba no complicarse mucho la vida con el balón en
los pies y no dudaba en pegar pelotazos largos.
Jules
Onana. Defensa central, buen recuperador de balones, pero pelín
duro. Disputó tres encuentros y alternó la titularidad con Massing.
Se perdió el último duelo por sanción. Aunque nunca llegó a ser
indiscutible disputó 42 partidos con Camerún, siendo convocado para
el mundial de Estados Unidos.
Emmanuel
Kundé. El capo. Uno de los referentes defensivos de la selección
camerunesa durante toda la década de los '80. Kundé contribuyó a
todos los éxitos del equipo. Superviviente, junto a Nkono y Miller
del mundial de España '82, formó parte del equipo campeón de
África en 1984 y un gol suyo otorgó el triunfo en la de 1988 frente
a Nigeria. Un histórico que disputó 102 partidos con Camerún (17
goles), buen recuperador, no tenía mala condución de balón,
especialista en lanzamientos desde los once metros. Suele ser uno de
los grandes olvidados cuando se piensa en futbolistas africanos. En
la actualidad hubiese triunfado en Europa.
André
Kana-Biyik. La brújula del equipo abarcaba todo el campo,
recupera balones y sabe darle salida. Su punto flaco, la dureza con
la que solía emplearse. Expulsado en el primer partido frente a
Argentina, se perdió el partido de cuartos de final por acumulación
de amarillas. Hermano de Francois Oman-Biyick, participó en cuatro
Copas de África (ganando una de ellas en 1988) y en dos mundiales
(90 y 94).
Emmanuel
Maboang. Fue el encargado de cubrir las bajas en el medio del
campo, en especial las de Kana Biyik. Menos capacitado que el
titular, Maboang era un jugador bregador que sabia cumplir con su
cometido en medio de la cancha. Otro de los seleccionados que llegó
al mundial de Estados Unidos.
Emile Mbouh.
Campeón de África en 1988, mundialista en el 90 y en el 94, este
volante derecho fue una de las piezas fundamentales (jundo a
Kana-Biyik y Mfede) del engranaje camerunés. Un trotamundos que jugó
(además de en su país) en Francia, Suiza, Portugal, Arabia Saudí,
Catar, Malasia, Singapur y China. Hábil con el balón en los pies y
dotado de una excelente visión de juego, sabía leer bien la jugada.
Fue otro de los sancionados que se perdió el encuentro decisivo.
Louis Mfede.
El 10, el zurdo, el futbolista habilidoso y resolutivo que todo
equipo necesita. Otro de los campeones de África. Todos los saques
de esquina eran para él. Uno de los jugadores con más calidad del
equipo, jugó en España, concretamente en el Figueres. Disputó dos
mundiales y no se perdió ningún partido. En junio de 2013 falleció
a la edad de 52 años por una infección pulmonar.
Cyril
Makanaky. Una de las grandes sensaciones del campeonato, dinámico y
alegre, no cesaba de crear peligro en ningún momento. Muy bueno
jugando con espacios. Después del mundial recaló en Málaga y
pronto se convirtió en un auténticon ídolo en la Costa del Sol.
Aunque no fuese por su rendimiento en el terreno de juego. Su carrera
fue meteórica, pero su estrella se apagó pronto.
Francois
Oman-Biyick. Un delantero a la antigua usanza, potente, buen
cabeceador, bregador y con la portería contraría entre ceja y ceja.
Su gol frente a Argentina forma parte de los anales mundialistas.
Oman-Biyick es el jugador camerunés que más partidos ha disputado
en las fases finales de la Copa del Mundo, concretamente once,
repartidos entre 1990, 1994 y 1998. Sus buenas prestaciones la
hicieron jugar en ligas como la francesa (Cannes, OM, Lens), la
italiana (Sampdoria) o la mexicana, donde compartió equipo, el
América, con otra gran estrella africana, el zambiano Kalusha
Bwalya.
Roger Milla.
Un futbolista con 38 tacos que se convierte en uno de los futbolistas
más destacados en una Copa del Mundo. Ese fue Roger Milla, un
revulsivo que salía al campo para resolver partidos, un hombres que
encaraba las defensas contrarias como si se enfrentase contra unos
niños. Que le pregunten a rumanos y colombianos. Una institución en
su país y toda una leyenda del fútbol mundial, debutó en el año
1970 y estuvo jugando hasta 1996. Disputó tres mundiales (1982, 1990
y 1994), ganó dos Copas de África (1984 y 1988), fue elegido dos
veces mejor jugador africano del año (1976 y 1990) y está
considerado uno de los mejores jugadores africanos de todos los
tiempos. Sus goles y sus bailes junto al banderín de córner forman
parte de la historia visual del deporte mundial.
Jean Claude
Pagal. Recambio habitual para el centro del campo tuvo que disputar
el encuentro de cuartos frente a Inglaterra debido a las múltiples
bajas. Un jugador que realizaba un gran despliegue físico durante
todo el partido.
Benjamin
Massing. Un defensa central duro y contundente. No dudó en frenar a
Diego Maradona y a Caniggia a base de patadas. En el primer encuentro
fue expulsado. Tras la sanción de Onana volvió a la titularidad
frente a Inglaterra, y cometió el penalti que significó el gol
definitivo y la eliminación del equipo. Massing fue otro de los
campeones de África que llegó a la cita mundialista. Internacional
en 13 ocasiones.
Thomas Libiih.
Vivió la misma situación que Pagal, fue uno de los recambios para
el medio del campo. Bien como refresco, bien como sustituto de algún
jugador sancionado. También participó en el mundial de Estados Unidos.
Eugene
Ekeke. Su presencia fue testimonial. Disputó unos minutos frente
a Inglaterra, pero tuvo tiempo de marcar el gol que le daba la
ventaja momentanea a su equipo.