1988 futbolísticamente hablando fue un año inolvidable en los Países Bajos. El PSV Eindovhen ganaba contra todo pronóstico la vieja Copa de Europa. Aquel mismo verano la Naranja Mecánica daba espectáculo y conquistaba la Eurocopa que se disputaba en Alemania. Los aficionados nombran de memoria la tripleta milanista (Rijkaard, Gullit y Van Basten) pero pocos recuerdan a Vannenburg, un medio de exquisita calidad, que ya fue pieza fundamental en el título continental que se llevó a sus vitrinas el equipo de la Philips.
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