viernes, 12 de enero de 2024

BÉLGICA EN EL MUNDIAL DE MÉXICO '86. LOS DIABLOS ROJOS A LAS PUERTA DE LA GLORIA.



 

Antes que Courtouis, De Bruyne, Lukaku y Hazard, estuvieron Pfaff, Gerets, Scifo y Ceulemans. La selección belga de los años ochenta era un señor equipo, y en el mundial de México '86, los Diablos Rojos alcanzaron su máximo nivel mundialista (hasta ese momento). Con una mezcla de veteranía y juventud llegaba el combinado europeo a tierras aztecas con un entrenador, Guy Thys, capaz de mantenerse en el cargo más de una década, concretamente desde 1976 hasta 1989. Y volver al puesto entre 1990 y 1991. Thys aprovechó todo el talento que tenía a su disposición a partir de la explosión del fútbol belga en la década de los '70. Con anterioridad había obtenido un meritorio subcampeonato de Europa en 1980, dejando sin final a la anfitriona Italia, y había participado en el mundial de España y en la Eurocopa de Francia. Bélgica se había convertido, por méritos propios, en un equipo habitual en las fases finales de los grandes torneos internacionales.




En la fase de clasificación Bélgica se las tuvo que ver con Albania, Grecia y la poderosa Polonia de Boniek y Smolarek. El golaverage final benefició a los polacos y mandó a la repesca a Bélgica. El rival a batir iba a ser la vecina Holanda, la Naranja Mecánica, donde ya se alineaban, entre otros Rijkaard y Gullit. Eliminatoria a doble partido. En la ida un pírrico 1 – 0 para los belgas. En la vuelta los orange se pusieron en ventaja 2 a 0. La cabeza providencial de George Grun mandó al fondo de las mallas el 2 – 1 en el minuto 85, que por el valor doble de los goles en campo contrario permitía a los Diablos Rojos sacar su billete para México.




Para muchos belgas, 1986 sería su segundo mundial consecutivo. Nueve futbolistas de los que viajaron a México ya habían disputado el mundial de España 1982. La base del equipo, Paff, Gerets, Renquin, Vandereycken, Mommens, Ceulemens y Vanderbegh, era la misma que había alcanzado el subcampeonato de Europa en Roma en el año 1980. Guy Thys utilizó en México un once bastante definido, mezclando experiencia y juventud, especialmente a partir del tercer partido, formado por Pfaff, Gerets, Grun, Renquin, DeMol, Vervoot, Vercauteren, Scifo, Ceulemans, Claessens y Veyt. No obstante tuvo bastantes problemas en dar con su equipo ideal, de manera que todos los jugadores de campo disputaron minutos en el mundial. Pfaff en el Bayern y Gerets en el PSV eran los únicos integrantes del plantel que no disputaban la liga local. El Anderlecht aportaba siete jugadores, el Club Brujas cuatro, el Standard Lieja tres, el KSV Waregem dos y Gent, Waterschei Thor Genk, Lokeren y K. Beershot VAC uno cada uno. Eran otros tiempos y la liga belga podía presumir de un potencial totalmente desaparecido en este siglo XXI.




Desesperanzador debut.

El calor asfixiante, la altitud, el ambiente en las gradas y la hipermotivación de la selección local condenaron a Bélgica en el primer encuentro del campeonato. Los días previos al debut el seleccionador belga era un mar de dudas pues no encontraba el camino al gol. Al principio de la segunda mitad Thys realizó un cambio táctico, sacando al campo a Demol y a Claessens, que ya no abandonarían el equipo. De todas formas en ningún momento el combinado europeo dio la sensación de poder rascar algo positivo. El veterano delantero Edwin Vanderbegh marcó el gol belga, antes de lesionarse, que no sirvió para contrarrestar los goles de Fernando Quirarte y Hugo Sánchez. Los futbolistas europeos no supieron digerir bien la derrota y terminaron enfadados entre sí, lo que contribuyó a enrarecer aún más el ambiente de las primeras semanas de concentración.




Triunfo trabajado.

Tras el tropiezo inicial los Diablos Rojos estaba obligados a doblegar a un rival, en teoría más débil, la debutante selección de Irak, que acudió al mundial mientras su país se desangraba en una guerra interminable contra el vecino Irán. A pesar de los tempraneros goles de Scifo y Claessen, los irakíes vendieron cara su derrota, e incluso consiguieron recortar distancias en el marcador por medio de Ahmed Radhi. El partido se hizo muy largo para los futbolistas europeos poco acostumbrados a la altitud, el calor y la temible humedad. El equipo irakí, a pesar de jugar con un futbolista menos por la expulsión de Basil, presionaron y agobiaron a los belgas. Jean Marie Pfaff se elevó como un auténtico gigante donde se estrellaron las opciones y las ilusiones de los persas.




El punto de inflexión.

El tercer partido, frente a la siempre combativa selección paraguaya, marcó un punto de inflexión, no solo por el trabajado resultado, sino por el cambio de cara que experimentó el equipo. Thys decidió un cambio en el sistema, pasando a un 3 – 5 – 2 con dos delanteros puros. Este cambio en la táctica de los Diablos Rojos mejoró las prestaciones del equipo. La baja de Gerets fue cubierta por George Grun, que formó junto a Hugo Broos y Michel Renquin la línea defensiva. En las bandas se desplegaron Vervoot (que sustituyó al histórico Vandereycken que había caído lesionado, más músculo y poder defensivo para la retaguardia) y Vercauteren, con Demol y Scifo en la media, Ceulemans con libertad de movimiento, y arriba dos puntas, Claessens y Veyt. La juventud irrumpía de lleno en el campo y anunciaba una nueva época dorada para el fútbol belga; Grun 24 años, Scifo y Demol 20, Vervoot 21 y Claesen 23. A partir de este momento, y hasta el último partido, el once inicial sufrió pocas variaciones significativas, salvo la entrada en el siguiente encuentro de Eric Gerets por el veterano Hugo Broos.




Los belgas, en crisis de juego e identidad, partían como víctimas, ni jugadores, ni público, ni prensa, estaban satisfechos con el combinado nacional. Además dos de sus pilares, Vanderbegh y Vandereycken, se vieron obligados a regresar a casa, como consecuencia de sendas lesiones. Fue un encuentro jugado de poder a poder, ambas escuadras saltaron a la cancha con la intención de buscar el triunfo que los clasificase para la siguiente ronda. Dos veces se adelantó Bélgica en el marcador, Vercauteren y Veyt, y dos veces empató Paraguay, Roberto Cabañas. El punto sufrido ante el combinado guaraní convirtió a Bélgica en uno de los mejores terceros. La poderosa Unión Soviética, campeona del Grupo C, esperaba en la ciudad de León.




El renacer de los Diablos Rojos.

La Unión Soviética dirigida por Valeri Lobanovski y con un once basado en el Dinámo de Kiev, trae una propuesta de juego eléctrico con un Igor Belanov en estado de gracia. Los soviéticos habían destrozado a Hungría en el primer partido (6 -0), empató a uno con la Francia de Platiní y solventó sin problemas (2 -0) el último partido frente a Canadá. Para la prensa mundial era uno de los claros favoritos para levantar la copa. Jean Marie Pfaff está deseando enfrentarse a Rinat Dassaev. Los dos mejores guardametas del momento cara a cara. A los pupilos de Lobanovski no les quitó el sueño el enfrentamiento con el equipo belga.




Belgas y soviéticos brindaron uno de los encuentros más emocionantes de toda la Copa del Mundo, con alternativas en el marcador y dos propuestas de juego diferentes. La velocidad y las jugadas de tiralíneas soviéticas frente al orden, la contundencia, la disciplina y el sacrificio belga. Ese día coincidieron en el cesped mis dos laterales ochenteros preferidos, Gerets y Demianenko, cada uno en un equipo, cada uno en una banda. Dos veces se adelantaron los soviéticos, ambos tantos de Belanov, y dos veces empataron los belgas (Scifo y Ceulemans). Eso sí, con dos goles más que dudosos (dos decisiones arbitrales de las que se quejó amargamente el seleccionador soviético). Ya en la prórroga dos nuevos zarpazos sentencian la eliminatoria, primero un brutal cabezazo de Demol y más tarde una volea de Claesen. Belanov de penalty completó su triplete más triste y volvió a meter a su equipo en el partido. Cuando el árbitro pitó el final de la contienda, Bélgica había completado su gesta.






Entre un campeón de grupo, clasificado con todos los honores, y un equipo que llega a los octavos de final por el camino de la repesca, el pronóstico no tenía color. Todas las papeletas estaban a favor de los soviéticos, que llegaban a esta segunda ronda con nueve goles a favor y sólo uno en contra, mientras los belgas lo hacían con cinco y cinco. Por otro lado, Bélgica no había demostrado su auténtica cara, la que le sirvió para ganarse un buen prestigio en el fútbol europeo, quizá porque desaparecieron algunas de sus más relevantes figuras y otras andan un tanto viejas. Lo cierto es que se esperaba algo así como un simple paseo militar para los muchachos que capitanea Demianenko.

Y, sin embargo, aunque empezó el partido con ese aire de superioridad, e, incluso, los soviéticos tomaron ventaja en el marcador casi al filo de la media hora de juego, no hubo el tan cacareado paseo. Los belgas, que empezaron con un claro planteamiento defensivo, cerrando todos los caminos que llevaban a la puerte de Pfaff, cambiaron tras el gol y le plantaron cara a la selección de la URSS, llevando el temor a las filas de los blancos, que tuvieron que congelar balón y juego para tratar de llegar al descanso con la corta pero justa del gol de Belanov.

En esa primera media hora, hasta llegar el gol, los belgas sólo asomaron la oreja en un remate de Vercauteren, que dio al balón con la cara y a punto estuvo de marcar. Todo lo demás fue dominio soviético. Pero tras la diana de Belanov, cambió el panorama, se estiró la selección de Bélgica y abundaron las ocasiones de peligro, con buenas intervenciones de Dassaev. Lo mejor de ese plazo fue un remate impresionante de Gerets, que salió fuera por muy poco. La URSS, como ya queda dicho, buscó la tabla salvadora del descanso para reponer fueras, porque el gasto había sido suyo y le pesaban los minutos y el esfuerzo.

Tras el descando la selección de Guy Thys salió en busca de la igualada, imponiendo su ritmo, mientras los de Lobanowski trataban de perder tiempo. O sea, lo mismo que al principio, pero al revés. Los belgas mostraban su auténtica cara y con ella, su peligro, que había de dar fruto cuando sólo habían transcurrido diez minutos. Scifo, el chaval que va para figura, fue el autor. Y a partir de ahí empezó la batalla por el triunfo, pues los soviéticos cambiaron su esquema y dejaron la defensa para pasar al ataque, mientras los belgas no cejaban en su empeño, aunque con algunas reservas. Consecuencia, que Belanov logró su segunda diana y puso a la URSS en el camino de los cuartos de final. Faltaban veinte minutos tan sólo. Parecía el resultado fijo. Pero allí estaba el capitán Ceulemans, que seis minutos después lograba el segundo empate, dejando en el aire la sombra de la prórroga.

Una sombra que estuvo a punto de irse al garete en dos ocasiones. Una, en el remate de Yaremtchuck en el minuto 81, estrellando el balón en el travesaño; otra, a dos minutos del final, en el cabezazo soberbio de Scifo, salvado in extremis por Dassaev, cuando el gol era irremediable. Dassaev se jugó el tipo contra el poste, pero salvó el gol. Y así fue como hubo que llegar a la prórroga, cosa que nadie hubiera imaginado un par de horas antes.

En el tiempo extra los belgas, que no habían efectuado cambios, se fueron arriba. Y los soviéticos, abajo. Ceulemans y los suyos, con Scifo en plan figura llevando la batuta, tomaron el mando, impusieron su ritmo y lograron dos soberbios goles, con la firma de Demool y Claessen, sentenciando así una partido que termina con las justas aspiraciones de los soviéticos. De nada valió que el árbitro concediera un penalti a su favor que aprovechó Belanov para acortar distancias y aumentar su cuenta goleadora. La suerte estaba echada y Bélgica en un emocionante choque, creciéndose al castigo, luchando contra corriente y contra pronóstico, se alzó con la victoria y escribe la primera gran sorpresa del campeonato Lo malo de ésto es que si España elimina a Dinamarca, el rival en cuartos de final será Bélgica, que está en alza.

Saltó la Sorpresa. Crónica del partido publicada por el diario Marca por Joaquín Maroto. Martes 17 de junio de 1986.




La heroica de los penaltys.

Domingo 22 de Junio de 1986 en el estadio Cuauhtémoc de Puebla se enfrentan Bélgica y España, dos selecciones que han dejado por el camino a dos de las favoritas, la Unión Soviética y Dinamarca. Emilio Butragueño, la sensación del momento, venía de marcar cuatro goles al combinado danés. Belgas y españoles llegan con la moral por las nubes después del éxito en los octavos de final, pero van a disputar un partido tosco, a cara de perro, donde las ganas de no perder, superaban las de ganar. El premio las semifinales. En el mes de febrero España goleo a Bélgica 3 – 0 en un partido de preparación disputado en Elche, pero un amistoso no es lo mismo que unos cuartos de final de una Copa del Mundo.




Guy Thys diseñó un entramado defensivo con Pfaff en la meta, Gerets y Vervoot en los laterales, Demol y Renquin en el centro, apoyados por Grun, un futbolista defensivo muy polivalente. Vercauteren, Scifo, Ceulemans en la media, y Veyt y Claessen en punta. Jan Ceulemans adelantó a los Diablos Rojos mediada la segunda parte, y el histórico jugador zaragocista Juan Señor firmó el empate a cinco minutos del final. Los futbolistas belgas encaran su segunda prórroga consecutiva, que esta vez desembocó en la tanda de penaltys. En la ruleta de los once metros, emergió la figura de Jean Marie Pfaff para detener el lanzamiento de Eloy Olaya. Los Diablos Rojos hacían historia, mientras la Furia Roja debía regresar a casa.




Y apareció Dios.

Igor Belanov, Emilio Butragueño y ahora Diego Armando Maradona, el combinado belga volvía a cruzarse con un futbolista en estado de gracia. Pero esta vez no pudo ser. Belanov y Butragueño fallaron en su objetivo de convertirse en la estrella del mundial. Maradona no desaprovechó la oportunidad. En el césped del Estadio Azteca, convertido ya en talismán para el Diego, el Dios del fútbol volvió a elevarse por encima del resto de los mortales, y con dos certeras acciones, dos auténticos golazos, despertó del sueño a los belgas, al tiempo que se acercaba al cetro mundial. El esfuerzo de los Diablos Rojos para llegar hasta aquí había sido titánico y ahora tan solo quedaba pelear por la medalla de bronce.



Comienza la leyenda.

El partido por el tercer y cuarto puesto suele ser el premio para los perdedores. Nada más lejos de la realidad, alcanzar la semifinal de una Copa del Mundo ya es suficiente premio, y este partido en muchas ocasiones no deja de ser un mero trámite. Aún así belgas y franceses ofrecieron un más que digno espectáculo. En la tercera prórroga en cuatro partidos, los belgas caían por 4 a 2 frente a sus vecinos del sur. El tiempo es capaz de secar las lágrimas, y transformarlas en sonrisas de satisfacción al recordar lo conseguido, los Pfaff, Ceulemans, Scifo, Demol y compañía forman parte imprescindible de la Historia de la Copa del Mundo.



Pero los jugadores de la selección de Bélgica dejaron mucho más en México. La ciudad de Toluca se había convertido en el cuartel general del equipo y la sede de los partidos frente a Irak y Paraguay. Los europeos paseaban por sus calles y se relacionaban con sus gentes como unos vecinos más. Enseguida los jugadores y el cuerpo técnico repararon en las necesidades de los grupos más humildes de la población, en especial de los niños y durante su estancia solían hacer colectas para donarlas a instituciones que se encargaban de ayudar a los niños de la calle. Pero ¿y cuándo acabase el mundial?. Michel D'Hooge, el médico de la selección, aliado con algunos futbolistas como Ceulemans, Gerets, Hugo Broos, Pfaff y el dueño del hotel donde se hospedaron dicidieron fundar una Casa Hogar para dar sustento, apoyo económico y estudios a los niños más necesitados. La Casa Hogar Diablos Rojos de Bélgica en la actualidad sigue manteniendo su actividad solidaria.




A pesar de la calidad de algunos de sus centrocampistas, como Scifo o Vercauteren, y el olfato de gol de Ceulemans y Clasen, el juego belga no destacó por sus florituras, sino por todo lo contrario. Jean Marie Pfaff sacaba en largo, siempre buscando los centímetros de Jan Ceulemans, mientras que la rocosa defensa se afanaba en achicar espacio (y balones) en las proximidades del área. La posesión del balón no era una prioridad, sino que se buscaba la genialidad, el último pase y la inspiración del mejor futbolista joven del torneo, Vicenzo Scifo.



Jean Marie Pfaff. Comenzaba el mundial como uno de los mejores guardametas del momento y demostró con creces su condición. Jean Marie Pfaff llegó a México en el mejor momento de su carrera. Titular indiscutible disputó todos los partidos. Jugador belga del año en 1978 y subcampeón de la Eurocopa Italia'80. Disputó también el mundial de España 82 y la Euro de Francia 84.


Eric Gerets. Solidez defensiva y veteranía, para uno de los laterales diestros más destacados de Europa durante la década de los '80. Magnífico lateral derecho curtido en mil batallas, uno de los mejores defensores europeos de su época. Jugador belga del año en 1982, disputó 12 partidos repartidos en tres mundiales (España 82, México 86 e Italia 90). Subcampeón de la Eurocopa de 1980 junto con algunos de sus compañeros en México. Gerets es una auténtica bestia negra para Emilio Butragueño, en los dos partidos que marcaron el destino del Buitre (los cuartos contra Bélgica y la semifinal en Eindovhen) el defensor belga salió victorioso.



Patrick Vervoort. Asentado en el centro de la defensa a partir del tercer choque, el que enfrentó a belgas y a paraguayos. Desde este partido Bélgica pasó a jugar con una férrea defensa de cinco. Un lateral que sabía bien como subir su banda. Otro de los jóvenes debutantes en un gran evento. También participó en el mundial de Italia '90



Michel Renquin. Dueño del costado izquierdo de la zaga, en defensa de cinco pasa al centro, como marcador. También formó parte de la selección belga que disputó el mundial de España y del combinado que llegó a la final de la Eurocopa en 1980. Un seguro tanto por arriba, como por abajo.



Michel de Wolf. Ocupó el lateral izquierdo en los dos primeros partidos, frente a México y en la sufrida victoria contra Irak. Un clásico de los mundiales jugó, además de en México 86, en Italia 90 y en Estados Unidos 94, disputando un total de diez partidos en la Copa del Mundo.




Stephane Demol. Entró desde el banquillo durante el primer choque para adueñarse del centro de la defensa durante el resto del campeonato. Once partidos disputados entre los mundiales de México y el de Italia. También se desempeña de pivote. Hombre rocoso en la medular. Prácticamente acababa de debutar como internacional cuando comenzó el mundial. Alto, fuerte y disciplinado, un futbolista táctico con un excelente juego aéreo. Indiscutible en México y cuatro años más tarde en Italia.




Georges Grun. Uno de los puntales defensivos. Futbolista de corte defensivo muy polivalente, capaz de ocupar también el centro del campo. Como empezó de delantero nunca llegó a perder el olfato de gol. Precisamente un gol suyo contra Países Bajos clasificaba a su equipo para el mundial. No perdía la posición y siempre estaba dispuesto a hacer la cobertura a sus compañeros. Cuando Gerets subía su banda, Grun se encargaba de cubrirle. Once partidos repartidos en los mundiales de México, Italia y Estados Unidos. También participó en la Euro 84. Un histórico del primer Parma campeón de la Recopa. Central rápido con capacidad para adaptarse al lateral.




Frank Vercauteren “Le petit Prince”. Uno de los jugadores más regulares a lo largo de todo el campeonato. Jugaba en la banda izquierda desde donde metía buenos centros para los delanteros. Toda una vida en el Anderlecht con quien ganó tres ligas, dos copas, dos Recopas y una copa de la UEFA. Un motor incansable siempre pegado a la banda izquierda, con un buen cambio de ritmo y un interesante toque de balón. Sabía lucirse con el balón, pero también sacrificarse por el equipo. En defensa de cinco juega de carrilero (como contra Paraguay). Hombre de confianza del míster, participó en los grandes éxitos de la selección belga en los años '80 (España 82, Euro 84, México 86). Formó parte del mejor Anderlecht de la historia, participando en los cinco títulos europeos del club, dos Recopas, dos Supercopas y una copa de la UEFA. Época dorada de los clubes belgas en Europa. Jugador belga del año en 1983. México 86 fue el broche a una excelente carrera.




Vicenzo Scifo. Con 18 años, el número 10 tiene la personalidad suficiente para echarse el equipo a la espalda. El mejor jugador joven del mundial.Auténtico líder en el medio del campo, con esa capacidad innata de echarse el equipo a la espalda, en especial cuando tiene libertad de movimientos. Era la perla que había que cuidar. Scifo era el jugador especial, el que ponía la magia, el artista capaz de desequilbrar el partido a su favor. Jugador belga del año en 1984. Es el futbolista belga con más partidos en una fase final de un mundial con 17 partidos y tres goles, repartidos en cuatro ediciones; México 86, Italia 90, Estados Unidos 94 y Francia 98. También estuvo en la Euro de Francia 84.



Jan Ceulemans. Jugador belga del año en tres ocasiones. 1980, 1985 y 1986. 96 partidos con la selección y 23 goles. 16 partidos en fases finales repartidos entre España 82, México 86 e Italia 90. Tres mundiales consecutivos siendo indiscutible en el once titular. Potencia y liderazgo definen a este magnífico delantero de 1.91 cm, pesadilla para las defensas. Una leyenda para el Brujas, club para el que jugó 411 partidos logrando 191 goles. Un futbolista con libertad de movimiento, capaz de abarcar todo el campo y aparecer allí donde poder desequilibrar con su calidad. Una estrella con capacidad de sacrificio, marcar el gol del triunfo o batirse el cobre en la línea de medios.



Nico Claesen, un delantero de gran movilidad. Una de las sensaciones goleadoras de los Diablos Rojos en tierras aztecas.Un extremo rápido, peleón y con olfato de gol. Punta de lanza del equipo. Pequeño y escurridizo. El estilete del equipo. La lesión de Vanderbegh le puso en bandeja la titularidad. Disputó también la Euro 84 y el mundial del 90.



Daniel Veyt. Pareja de baile de Claessen, Veyt jugaba más atrasado que el goleador. Zurdo. Intercambiaba con frecuencia su posición con Claessen.



Jacky Munaron. Dos mundiales España 82 y México 86 y un único partido (en España). Legendario guardameta del Anderlecht durante los años dorados del club de Bruselas. Eterno suplente de Pfaff únicamente jugo ocho partidos con los Diablos Rojos.



Hugo Broos. Defensa central que disputó tres encuentros, dos de ellos como titular. Campeón de la Recopa con el Anderlecht en 1978 y de la Copa de la UEFA.



Rene Vandereycken. Disputó los dos primeros partidos en la media cancha. Lesionado en el segundo encuentro, no volvió a jugar. Tuvo que hacer las maletas y volver a Europa. Un histórico del fútbol belga, que sin embargo nunca tuvo suerte en las fases finales de la Copa del Mundo. Otra lesión le impidió debutar en España 82. Subcampeón de la Copa de Europa con el Brujas en la temporada 77/78 frente al Liverpool y de la UEFA en 1975/76 también frente al club inglés. Un gol de René Vandereycken a la Juventus en la semifinal de la añorada Copa de Europa llevó al Brujas a la finalísima para caer con honor frente al Liverpool. Vanderycken llevó al Brujas a las cotas más altas de su historia. Otro de los integrantes de la selección subcampeona de Europa en Roma frente a la R.F Alemana.




Franky Van de Elst, otro clásico de los Diablos Rojos. Disputó cuatro mundiales, el primero en México jugando de defensa central (México, Italia, Estados Unidos y Francia). En las siguientes citas adelantó su posición convirtiéndose en uno de los pesos pesados en el centro del campo. En el mundial de Francia portó el brazalete de capitán. Elegido dos veces jugador belga del año (1990 y 1996). Después de Scifo y Ceulemans es el tercer jugador con más partidos disputados en la fase final de mundial, con 15 (empatado con Courtois). El guardaespaldas de Scifo durante más de una década. Un bregador de la media cancha.




Leo Clijster. Nunca llegó a consolidarse en la selección, aunque siempre fue un asiduo en las convocatorias. En México disputó dos encuentros, ambos entrando desde el banquillo.



Erwin Vanderbegh. Otro histórico, jugador del año en 1981. Campeón de la UEFA con el Anderlecht disputó las Eurocopas del 80 y 84, y los mundiales del 82 y el 86. En México marcó un gol y se lesionó en el primer partido. Abandonó la concentración y volvió a Europa.




Leo Van der Elts. Jugó unos pocos minutos repartidos en tres partidos, entrando siempre desde el banquillo, pero marcó el penalti definitivo en la tanda que eliminó a España. 



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